A estas alturas escribir un artículo acerca de Corto Maltés
resulta, cuando menos, embarazoso. No es porque no haya nada que decir, o
añadir, sobre este personaje clave dentro del mundo del cómic, en general, y de
la obra de Hugo Pratt, en particular, es porque uno no sabe muy bien cómo
empezar a hacerlo. Lo digo porque me planteo la duda de si explicar quién es
este viajero incansable o, más bien, hablar del propio Hugo Pratt y el reflejo
de su persona en dicho trotamundos. Pues bien, no voy a hacer ni una cosa ni la
otra. Llego a esta conclusión, simplemente, porque creo que ni el uno ni el
otro necesitan presentación ya que si te atrae ese mundo del cómic que va más
allá de los superhéroes y el manga de mil publicaciones al día, que quede claro
que no tengo nada en contra de ambos, al revés, me fascina su poder de
atracción, deberías interesarte por conocer al personaje y al autor antes de
seguir leyendo esto.



Lo que sí haré es dar mi más sincera enhorabuena, de nuevo, a
Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero por esta nueva entrega del marinero maltés.
Lo han vuelto a hacer, es más, en mi opinión, se han superado con este número
titulado “Equatoria”. El guionista madrileño aclamado, sobre todo, por su labor
en “BlackSad” y el dibujante catalán de “Las Aventuras de Dieter Lumpen” o “El
Silencio De Malka” insisten en dar vida a Corto sin que éste pierda un ápice de
su irreverente y peculiar personalidad con un trazo muy cercano al del autor
original e imprimiéndole un toque propio por ambas partes. Si ya me agradó su
trabajo en la primera entrega, con ésta me parece que dejan claro que, siempre
que estén dispuesto a ello, vamos a seguir teniendo Corto Maltés para rato. Gran
noticia para l@s amantes del cómic.


Esta aventura da comienzo con ese rumiar viajero que habita
constantemente en el cerebro de Corto. Él ha oído hablar de un espejo mágico,
perteneciente al Preste Juan, en el que puedes ver reflejado cualquier parte
del mundo que quieras. Paseando por su querida Venecia acompañado de su amiga,
la profesora y periodista de National Geographic, Aïda Treat, cuyo nombre real
no era otro que Ida Treat, hace crecer la curiosidad de ésta sobre el asunto
del espejo mientras hablan sobre Lord Byron. De aquí pondrán rumbo a Malta,
Aïda con la idea de hacer un reportaje para la revista americana y Corto no muy
convencido de querer acabar siendo un aventurero de papel. En este trayecto
conocen a Ferida Schnitzer y su inseparable monja, la Hermana Lise, dos mujeres
clave en el desenlace de esta historia.



Después dejar atrás, sin desembarcar, su Malta natal, y dirigirse
a Alejandría, donde los dos se verán involucrados en ciertos acontecimientos
que le harán salir pitando de la ciudad egipcia con la ayuda de su colega el
poeta griego Constantino Cavafis,
formarán parte de la tripulación del traficante francés de perlas, armas
y hachís Henry de Monfreid en dirección a Zanzíbar. Durante el trayecto
aparecerá en escena otra de las mujeres claves en este asunto conocida, o mal
bautizada por parte de Aïda, como Afra. Aquí se separarán los caminos de Aïda y
Corto en esta aventura pues ella decide relatar las aventuras de Monfreid para
su revista y él proseguir en busca del espejo.


Una vez desembarcan en Zanzíbar, Corto debe contactar con el
ex - comerciante de esclavos Tippo Tip que, arrepentido de sus pecados y
convertido al Islam, es ahora Hammed El Marjebi. Será éste es que le acabe de
desvelar el resultado del espejo que anda buscando con tanto ahínco nuestro
marinero. A partir de aquí cambia el sentido del viaje y el aventurero maltés
ha de acompañar, como pago al regalo de Margebi, a Ferida y la Hermana Lise en
la búsqueda de los restos del padre de la primera, Eduard Scnhitzer, más
conocido en África como Emin Pacha. De esta forma conocerán al sanguinario
teniente de los King´s African Rifles Richard Meinertzhagen, llegarán a Fort
Nandi, defendido de la tribu de igual nombre por un viejo conocido de las
aventuras de Corto, el teniente Tenton y, salvando ciertos contratiempos,
seguirán su búsqueda hasta Equatoria.



Tal vez me haya excedido destapando parte de la historia que
Pellejero y Canales reflejan en esta entrega. No lo he hecho con la intención de
joderos el cómic ni de destripar todos los sucesos acontecidos durante el
mismo. La razón por la que os he explicado todas estas cosas no es otra que
poner sobre la mesa la tremenda labor que estos dos autores han vuelto a
realizar para que tengamos entre las manos “Equatoria”. Indagando acerca de
algunos de estos personajes me he afianzado en la idea de cuánto mal hizo el
colonialismo, aún seguimos viviendo muchas de sus consecuencias, en manos de
criminales que se valían de sus uniformes o espíritu aventurero para masacrar,
saquear, violar y traficar con personas. Leer un cómic de Corto Maltés siguen
siendo una experiencia enriquecedora para aquell@s que nos fascina la Historia,
la Literatura y los viajes. Nada queda nada al azar, Corto lee a James G. Frazer
mientras va en tren por la sabana africana mientras sus acompañantes hablan con
otros viajeros sobre el Plan Uganda Scheme. Es tan importante saber que dicho
tren se llama “Lunatic Express” como destapar las fechorías de Meinertzhagen.
Todo esto es lo que hace interesante cualquier aventura de Corto Maltés porque
al final, como con cualquier cómic de Hugo Pratt, ésta se convierte en una
pequeña lección acerca de la situación sociopolítica en la que se desarrolla,
algo siempre constructivo y de agradecer.



Corto Maltés ha cambiado de padre, de hecho, ahora tiene dos,
pero sigue siendo un bocazas descarado que no se muerde la lengua a la hora de
defender la presencia femenina en uno de esos club selectivamente masculinos,
que no tiene reparos en regalar su famosa chaqueta azul a una esclava
desconocida, que asume su nefasta relación con las matemáticas y la diplomacia
de la misma manera que reflexiona sobre la civilización y el ejército mientras
charla sobre la poesía de Coleridge y Worsworth o intercambia ideas con una
monja acerca de la Providencia. Así sigue siendo Corto, el mismo personaje que
nos atrapó con todas estas, y otras muchas, cualidades y del que, por fin,
hemos conocido su singular rango militar. Gracias, de nuevo, a Juan y Rubén por
volver a darle vida, con ello nos la dan a tod@s sus seguidores. Algun@s, como
el que escribe estos párrafos, pensábamos que nunca más íbamos a navegar junto
a él atravesando nuestro mar preferido, el de las viñetas mecidas por el viento
de los colores, las intrigas y las aventuras nacidas en la mente de “Il
Meastro”, Hugo Pratt.
