Poco duraron juntos sentimientos y emociones, virtudes y
defectos una vez acabó el juego que les mantuvo entretenidos durante ni se sabe
cuánto. El resultado final, para muchos, fue decepcionante, para otras tantas
todo un alivio. Permanecer a la espera del desenlace de todo aquello sumió en
el mayor aburrimiento a algunas y en la angustia a otros. Así fue cómo se
dispersaron. Unos volvieron a su punto de partida mientras una gran parte de
ellas hizo lo propio, aunque esta vez hacia el lugar elegido durante el recreo.
No fue el caso del amor y la locura. El desenlace de aquel pasatiempo llevaría
a esta a cumplir, casi siempre, su promesa y a aquel a vagar a tientas de por
vida. Fue en el trascurso de uno de esos quebrantamientos cuando sucedió lo que
sucedió.
Si la locura es de poco fiar, qué se puede decir del amor. Si
por éste llegué a ser la mujer más feliz del mundo por aquella conocí la
desgracia de lugares idénticos a donde me encuentro. A pesar de todo, aún tengo
los recuerdos, confusos, abstractos y tan nítidos como queremos que sean dentro
de nuestra memoria. No es verdad que dejase de amarte porque me volví loca,
tampoco es que me volviese loca por amarte. No es mentira que te amase con
locura al igual que tampoco lo es que la locura sea fruto de mi amor.
Aquel momento en que todos y todas se agolparon en mi mente
proponiéndome un nuevo esparcimiento, exigiéndome que inventara una original
diversión que amenizara su azarosa existencia, no podía tener un resultado
satisfactorio. Cómo lo iba a tener si dos de ellos no eran libres para elegir
y, encima, se les exigía que pusieran las normas. Nada que ver con el
planteamiento original, nada que encontrar en mi cerebro que no estuviera
manchado de antemano y nada que ofrecer que no fuera premeditado. La locura se
alió con la venganza, la rabia y el odio mientras el amor seguía dando palos de
ciego a la bondad, la confianza y la comprensión. Y todo empezó a girar y girar
y girar, centrifugando a la bondad, la estima y la paciencia mientras se
aferraban a mí el miedo, la furia y la agresión.
Empezamos a jugar, tú fuiste la meta, yo el tablero. Entraron
en la función los celos, por tu parte, la depresión, por la mía. La desidia se
apoderó de mi cuerpo y la concupiscencia del tuyo, el resentimiento anidó en mi
corazón y el rencor en tu alma. No sé si algún día te perdonaré, el perdón se
permitió el lujo de jugar, o no, un poco más tarde y aún no ha tomado partida.
Lo que tu lujuria me hizo vivir durante tantos años fue reproches de mis deseos
durante el mismo tiempo. Aquel cariño que juraste mío fue compartido miles de
veces por tus engaños. Me arrepiento de lo que te hice, eso es lo que quieren
escuchar mis médicos para dejarme salir de aquí. Arrepentimiento, perdón,
arrepentimiento, perdón, arrepentimiento, perdón. Ahora uno, ahora otro, ahora
otro, ahora uno. Así llevo un año, recorriendo este estrecho pasillo, arriba y abajo,
abajo y arriba, ciega como el amor que te tuve y encerrada por la locura que me
llevó a olvidarte de la manera en que lo hice.
En este instante todos han vuelto a desaparecer. Sólo quedan,
como siempre, el amor y la locura. Uno se aferra a mi mano derecha, la otra
debo mantenerla atada a la izquierda. De esta forma acabó el nuevo juego. Tú te
quedarás infinitas partidas sin tirar y yo no saldré de esta cárcel hasta que
alguien, que imparte eso que ha llegado a ser tan subjetivo y que se atreven a
llamar justicia, diga si me toca o no me toca.
Fdo.: Julia Méndez Lozano. Hospital Psiquiátrico Ntra. Sñra
de Las Angustias. A la atención de sus majestades el rey Hastío y la reina
Nostalgia.
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