Releer es quizás un placer mayor que la
propia lectura. Puedes volver a entrar en contacto con asuntos que te
parecieron interesantes en su día así como darte de bruces con otros que puede
que se te pasaran por alto en tu primera leída. Eso es lo que me ha ocurrido
con “Redada De Violetas” de Arturo Arnalte. Si ya me resultó extraordinario cuando
lo leí por primera vez, ahora me atrevo a decir que me ha parecido más impactante aún.
Editado en el 2003, poco antes de la
aprobación del matrimonio homosexual en este Estado, debería ser lectura
obligada en todo lo relacionado con los derechos humanos de dicho Estado. Arturo
Arnalte, valenciano, doctor en Historia Comtemporánea y periodista, además de
recoger una serie de declaraciones de distintos homosexuales que sufrieron la
represión franquista por su orientación sexual sobre las que gira esta obra,
hace un largo e intenso recorrido por lo que fue dicha represión incluso antes
de la subida al poder del dictador. En dichos testimonios podemos encontrar
desde personas que voluntariamente se prestaron a terapias para “curar” su
homosexualidad hasta los que pasaron por colonias penitenciarias como la de
Tefía en Fuerteventura o las cárceles de Huelva y Badajoz además de las de
Barcelona, Carabanchel o Valencia.
La ley republicana de Vagos y Maleantes
fue aplicada por el régimen franquista tal cual hasta su reforma en 1954. Durante
esta época se puede decir que la mayoría de las personas enviadas a cárceles
eran militares que por dichos actos homosexuales eran reprimidos por ataque al
honor de la patria. No olvidemos que en muchos casos lo propios mandos,
favorecidos por sus acciones durante la contienda civil, hacían uso de su poder
para obligar a soldados y otros rangos inferiores a complacer sus deseos. Lo grave
de esto es que, una vez destapado todo este entramado, eran acusados tanto el
que obligaba como el obligado. Así de justa ha sido siempre la ley en estos
casos.
Después de dicha reforma de 1954 la ley
comenzó a aplicarse directamente contra homosexuales pillados en redadas o in
fraganti durante sus relaciones sexuales. Estos acabarían en las secciones
especialmente pensadas para ellos en la Modelo de Barcelona, Carabanchel y en
la cárcel de Valencia, entre otras. Pero no fue hasta la llegada de la Ley De
Peligrosidad Social, aprobada en 1970, cuando la represión se hizo más palpable
pues los homosexuales tenían dos destinos claramente “especializados”, Huelva y
Badajoz.
Esto, ampliamente documentado, como todo
el libro, podríamos decir que sería la parte dedicada al Derecho pero no sólo
de esto se alimentan estas páginas. Si ya de por sí son espeluznantes los
testimonios de los presos que pasaron por dichas cárceles, los argumentos de
muchos médicos insistiendo en su saber curar la homosexualidad de mil maneras
infames pone sobre la mesa su falta de profesionalidad y sus ansias de fama. Esos
psiquiatras obsesionados en comparar homosexualidad con trastornos de conducta
debieron ser más peligrosos aún que la propia ley que lleva por nombre la
peligrosidad. La ciencia, enfrentada por siglos a la religión, influyó masivamente
en toda esta represión para al final convertirse en dogma y acabar reprimiendo
de igual manera o peor que su propio enemigo. Una lo hace con la lapidación o
la hoguera, la otra con descargas, terapias aversivas o pastillas y
tratamientos. Si la psiquiatría fuera realmente una ciencia donde los
resultados la hicieran avanzar habría desechado todas estas barbaridades una
vez vistos los resultados de las mismas. Por el contrario se empeñó, y se
empeña, en cerrar un camino para abrir otro, cambia el nombre del sendero y a
otra cosa, todo es válido antes que reconocer que está en un error y que no
tiene nada que curar allí donde la enfermedad es inexistente.
Suelta esto y coge los argumentos de esos grandes jueces y pensadores que mediante párrafos y párrafos de pura verborrea
justifican una ley tras otra. Leyes que, al igual que las terapias, poco sirven
a la hora de “hacer bien” a los que aplasta su dura losa. Aquellos apoltronados
en sus asientos de Tribunales y Juzgados crean teorías y maneras para aplicarlas
que son puramente injustas y deberían ser rechazadas por la propia ley ante su
ineficacia. Pero claro, cómo estas élites van a reconocer un error, eso nunca,
mejor crear una ley más represiva aún que la anterior, con justificaciones
nuevas y expectativas todavía más rimbombantes. Como veréis la represión no sólo
vino por parte del Estado y la religión, todos estos señores médicos y jueces
se encargaron de crear un ambiente de falsa esperanza sólo para justificar lo
injustificable. No tienen desperdicio ni una ni la otra parte del texto.
Ahora bien, otra de las características
de la obra de Arnalte es toda esa información que pone a nuestro alcance acerca
de la cultura homosexual en este Estado desde finales del XIX – principios del
XX hasta finales de dicho siglo. Esta es, sin duda, la parte, digamos, más lúdica
del libro. Te enterarás del porqué de “violetas”, cuáles fueron las primera
obras de temática homosexual en esta época, de aquellos autores, poetas,
novelistas o actores, que nunca renegaron de su condición y aquellos que la
tuvieron siempre oculta o entre bambalinas. Los que sufrieron represión o
exilio, o ambas cosas, por ser homosexual y los que se doblegaron antes de asumirlo.
A este aspecto le sumas la lucha de los colectivos homosexuales a partir, sobre
todo, de la muerte de Franco y llegas a otro de los apartados más instructivos
del libro. No debemos olvidar que hasta Enero de 1979 no se eliminó la mención
de la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad Social y que las últimas
sentencias que hacen referencia a dicha tendencia sexual son de Junio de 1981. Os
sorprenderá todo el proceso de lucha para llegar a este final sobre todo por
parte de socialistas y comunistas.
Después de releer una obra como esta te
paras a pensar y te preguntas si tanto ha cambiado todo para la comunidad LGTBI
en este Estado. Está claro que no irás a la cárcel por ello pero con los datos en
la mano, esos que ponen de manifiesto que la mayoría de las agresiones en este
país tienen relación con la sexualidad del atacad@, me atrevo a afirmar que en
este caso la propia ley va por delante de la sociedad. Esa misma sociedad que
ha exigido cambios laborales, de libertad individual y colectiva, que sale a la
calle para reivindicar y criticar a gobiernos corruptos y alejados de sus
habitantes se sigue escandalizando de la homosexualidad de muchos y muchas de
sus ciudadanos. Raro es el gay, la lesbiana, transexual o bisexual que en su
día a día no tiene que sufrir el ataque verbal directo o indirecto por ser como
es y si no tienes suficiente con ello te encuentras de frente con la hipocresía
del “yo tengo un amigo” o “conozco a muchos gays”. Esta sociedad todavía se
sigue escandalizando al ver a dos hombres o dos mujeres abrazados por la calle,
ya no digo besándose, y si vives en ciertos entornos rurales más aún. El “si se
quieren casar que se casen” no es suficiente cuando no te dejan expresar
libremente algo tan humano como es la sexualidad paseando por un parque, en un
concierto o durante una cena. Por ahora, como dije con anterioridad, la ley,
paradójicamente, ha ido, y va, por
delante de la sociedad.
Por último, quisiera cerrar esta crónica
en primer lugar agradeciendo a tod@s aquell@s que, con sus testimonios, forman
parte de esta “Redada De Violetas”, al autor por su gran trabajo y a Pedro
Zerolo por ese epílogo que resume perfectamente todo lo leído anteriormente. Es
de obligación no olvidar que todo lo que te vas a encontrar en estas páginas
sigue sucediendo en la mayoría de los lugares del mundo, algunos con leyes más
represivas aún que las descritas aquí. Una vez conocido todo lo vivido y
sufrido por estos lares deberíamos ser mucho más solidarios con aquellos que no
tienen posibilidad de vivir libremente tal y como son. Que todo se quede
solamente en la superficie material de diez días gastando sin parar en
Barcelona o de miles de personas inundando un barrio de Madrid no puede hacernos
olvidar todo lo sufrido y luchado para
llegar a ello y, sobre todo, todo lo que están viviendo nuestros compañeros y
compañeras en muchos de los rincones del planeta. En este caso no se trata de
no olvidar para que no vuelva a suceder sino de no olvidar para evitar lo que
ya está sucediendo. Nadie tiene derecho a reprimir por amar, ni religiones, ni
justicias, ni ciencias pues todas y cada una son creaciones humanas y el amor
estará siempre por encima de cualquiera de ellas.
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