Resulta que tengo este cómic de Roca y Terrasa desde hace
casi un año. De hecho, fue mi regalo de cumpleaños del 2023 por parte de un
gran amigo. La causa por la que no me he puesto a leerlo, a pesar de que mucha
gente me hablaba de lo bueno que es, y con razón, no es otra que haberme pasado
unos cinco años con mi proyecto que vio la luz el pasado abril, Los ojos de
Eva. Tanto tiempo enfrascado, investigando, leyendo, viendo y escuchando
acerca de la Guerra Civil y demás, me dejó saturado por un tiempo. No lo digo
de mal, pues es un tema que me apasiona, pero necesitaba un respiro. Así que he
vuelto a coger aire con este asunto devorando las páginas de El abismo del
olvido. Este sería mi primer agradecimiento a esta obra, porque sigue
siendo algo que, por mucho que a algun@s no les guste, es necesario tomar,
retomar y requetomar. Ya que a es@s que no les interesa o sueltan aquello de
levantar heridas, dicho desinterés se debe a que ell@s o sus familias tienen
algo que ver con las mismas heridas de las que se quejan. Dicho esto, a modo de
excusa y desahogo, paso a hablaros de este gran cómic.
De Paco Roca se puede decir sin ambigüedades que actualmente
es uno de los grandes del cómic estatal. Este valenciano que cursó estudios en
la Escuela de Arte y Superior de Diseño de la capital de su comunidad, además
de dedicarse a las viñetas, hace sus pinitos en la ilustración y da charlas y
talleres. Tiene en su haber el Premio Nacional del Cómic, el Excellence Award
japonés o el Eisner a la mejor obra extranjera en el 2020, sumados a otros de
igual importancia. Entre sus obras destacaré Arrugas, llevada al cine, Regreso
al Edén, de la que tenéis una entrada en este humilde blog, o Los Viajes
De Alexandre Ícaro/Hijos De la Alhambra, por nombrar algunos de su extensa
producción. En cuanto a Rodrigo Terrasa, he de reconocer que no le conocía,
pero de aquí en adelante tampoco le voy a olvidar. También valenciano, es
periodista del diario El Mundo, a donde llegó después de su paso por el
diario deportivo Superdeporte. Actualmente es reportero de Papel,
y tiene editado el libro La ciudad de la euforia, sobre los años de la
corrupción en la Comunidad Valenciana.
Como buena historia que merece y se debe contar, la que nos
atañe echa a andar con unas páginas de sosiego, hasta que todo salta por los
aires, como era de esperar. A lo largo de estas primeras viñetas conoceremos a
sus protagonistas principales. No son necesarios los bocadillos en ninguna de
ellas para su presentación. Y, como suele ocurrir, estos protagonistas están
entrelazados por un espacio que los encadena en el tiempo. Hablamos de la fosa
126, una de las más grandes de España, del cementerio de Paterna, en Valencia.
Con esta numeración os podéis imaginar la cantidad de fosas que existen en este
lugar. Esta lucha en contra de la amnesia histórica plagada de horror y desprecio que
algun@s intentan imponer y, lo que es peor, justificar, da comienzo con la
insistencia de Pepica Celda a la hora de recuperar los restos de su padre
fusilado, José Celda Beneyto, una vez aprobada la Ley de la Memoria Histórica.
Para ello deberá afrontar años de burocracia hasta conseguir la subvención
necesaria para que un equipo de arqueólogos, con Elisa al frente, pueda realizar
dicha labor, siempre a contrarreloj. Conoceremos la causa de la detención de su
padre, las miserias que pasó durante sus meses de cárcel y su trágico final. A
esto hay que añadir las penurias sufridas por su madre, también encarcelada, y por
su tía.
Pero los autores no solo se centran en estas exhumaciones,
también dedican algunas páginas al ritual del enterramiento como acto
imprescindible a la hora de entender la sociedad que los llevó o no a cabo.
Resulta que en los años ochenta del siglo pasado, el historiador Vicent Gabarda
trabajaba en su tesis doctoral acerca de la economía local de Paterna. Actividad
que le llevó, por razones que veréis en el cómic, a confeccionar una lista de
fusilados en esta localidad imprescindible en el devenir de los sucesos que se
nos cuentan. A su vez, tendremos un repaso de todo lo que fue la aprobación de
la ya mencionada Ley de la Memoria Histórica, con una gran reflexión sobre el
olvido y con la suma de algunas personas al objetivo de Pepica y de otras que
ayudarán a llevarlo a buen puerto.
Entre estas personas se encuentra Maruja, hija de Leoncio
Badía, enterrador del cementerio de Paterna y persona clave en todos los
acontecimientos reflejados en esta obra. Sabremos cómo fue que su padre pasara
de maestro a enterrador y de aquí a cestero. Pues, desde luego, si hay alguien
con la esperanza de que se desentierren las injusticias sufridas por aquellos
que se ve obligado a enterrar, ese es Leoncio. Lo hará desarrollando varias
ideas y atrevimientos que le acarrearán una gran presión, tanto familiar como
social. Para este fin será indispensable la ayuda de las mujeres, hermanas,
madres e hijas de los fusilados en una relación simbiótica con él. A las que
dejará atender los cuerpos de sus familiares a escondidas o visitarlos antes o
después de sus enterramientos. Normal que a Leoncio la historia de Aquiles,
Patroclo y Héctor le parezca de lo más cruel, y lo es, sin duda. Como en otros
casos, los resultados de la exhumación de esta fosa 126 no son igual de
satisfactorios para tod@s. Un@s consiguen su objetivo y algun@s seguirán
intentándolo, a los que hay que sumar aquellos que no pasarán de ser un nombre
en la lista de Gabarda, como el caso de Manuel Soler, cuya historia y vida
desconocemos, pero no olvidamos.
Todo esto con ese trazo y dibujo tan personal que Roca
imprime a sus viñetas, cosido a un guion conjunto con Terrasa, hace de El
abismo del olvido un cómic de muy alto nivel, donde es fundamental leer el
epílogo para entender todo lo que hemos leído con anterioridad. Este asunto no
va de venganza ni de ampollas o heridas, va de justicia clamada a voces por
todas las mujeres que aparecen en estas páginas y por todos los familiares que
quieren recuperar los restos de sus parientes asesinados durante los años más
oscuros de la historia reciente de este Estado. Así que, guste o no, es un
deber con ell@s que se debe poner en práctica con obras como esta y el trabajo
de tod@s l@s que estén dispuest@s a luchar contra esta falta de memoria.
Gracias, Paco y Rodrigo, y mi más sincera enhorabuena.