domingo, 13 de febrero de 2011

Sobre el Siglo de Oro


Mi última lectura ha sido una novela histórica, “Ladrones De Tinta”, género que me agrada bastante, sobre la identidad de Alonso Fernández de Avellaneda. Supongo que sabréis que dicho apodo pertenece al escritor que hizo la segunda parte de “El Quijote” antes de que el propio Cervantes se pusiera manos a la obra con la suya.

Del autor, Alfonso Mateo Sagasta, no os puedo contar demasiado ya que lo he descubierto con este libro. Os diré que es un madrileño licenciado en Geografía e Historia con varias obras a sus espaldas. A destacar que con esta ganó el premio Internacional Novela Histórica Ciudad de Zaragoza además del Espartaco de la Semana Negra de Gijón. Me ha gustado mucho el ritmo de la obra así como los altibajos y experiencias en los que se ve envuelto el personaje principal, Isidoro de Montemayor, en su ardua investigación.

La trama nos sitúa en la España de Felipe III, justo en lo que se conoce como el Siglo de Oro. Nuestro personaje es el encargado de un garito, nombre con el se conocía los lugares adonde se iba en esa época a jugar a los naipes, al que su jefe, editor de libros, entre ellos el mismo Quijote, le encarga descubrir la verdadera identidad de Avellaneda.

Si hay algo destacable en el libro es la descripción que nos hace el autor del Madrid de ese siglo. En curioso ver cómo han cambiado bien poco los nombres de las calles. Nos descubre qué oficio, o gremio, residía en cada una de ellas así como su vida tanto diurna como nocturna. También se hace eco de esa mezcolanza de nacionalidades que compartían espacio en la capital del reino. El hecho de que España estuviera metida en la mayoría de los saraos bélicos de la época, desde el conflicto con los turcos hasta Flandes o Nápoles, hizo que por Madrid campara una amalgama de gentes, buscavidas y soldados de la mitad de los reinos y países del siglo XVII.

Tampoco queda fuera del argumento el papel de la aristocracia, mecenas mucho de ellos y ellas de los distintos dramaturgos y escritores del momento, así como de la aplicación parcial de la justicio o el peso de la temida Inquisición.

En cuanto a la identidad del personaje de Avellaneda, el autor se basa en la corriente más aceptada hasta hoy, que no la única. Esta defiende que se trataba de un tal Jerónimo de Pasamonte. Escritor mediocre, además de veterano de Lepanto, que, se supone, estaba al servicio del mismísimo Lope de Vega. Este último se valió de Pasamonte para arremeter contra Cervantes y su manera de entender tanto el teatro como la escritura en general. Lo que está claro es que sigue siendo uno de los grandes enigmas de nuestra literatura y que, si bien no ha sido del todo aclarado, bien nos podíamos quedar con que al menos sirvió para que el gran maestro autor de la primera parte de “El Quijote” se animara a escribir la segunda parte de este y concluir con ella una de las grandes obras de la literatura mundial.

Si os interesan las novelas históricas, el saber cómo se vivía, se comía e, incluso, cómo eran relaciones sociales o amorosas de las distintas épocas de España, esta obra seguro que os gustará. El libro se lee bastante bien, repito que el ritmo es ameno, y te engancha con facilidad. Desde aquí os lo recomiendo, espero que lo disfrutéis.

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