miércoles, 7 de mayo de 2025

Texto Mandrílico Mayo 2025

 

TRANSFORMACIÓN  


Me pasé tanto tiempo recibiendo halagos de Ese al que reza hoy la mayoría de la humanidad, que me aburrían las impertinencias de aquellos que me pedían que intercediera por sus intereses en su presencia. En el fondo, a cualquiera de estos pedigüeños lo único que les empujaba a rogar era la más infame de las envidias, si es que esta se puede calibrar de alguna manera. Así que para evitar sus requerimientos y la grandilocuencia de Aquel que me creó como la luz más bella, pasaba jornadas y jornadas enteras paseando por el Edén, caminando de aquí para allá durante el día hablando con los pobladores de este singular espacio hasta hacerme amigo íntimo de la serpiente, siempre a la espera de alcanzar la flor que nace a la luz de la luna durante pocas noches. Jamás he sentido semejante atracción por nada.

Después de incontables madrugadas, permanecí inmóvil delante de aquel impenetrable rosal, contemplando cómo la más bella de las flores surgía en sus profundidades, arropada por aquella maraña de espinas, hojas y ramas. Era de un negro tan puro que me hechizaba solo con mirarla. Permanecí rígido de emoción hasta convencerme de que aquel ser fascinante no podía crecer más. Entonces, con mi brazo, fui apartando todo aquello que le servía de barrera protectora, al tiempo que gotas de sangre resbalaban por el blanco de mi piel. Aguanté el mayor de los dolores antes sentido hasta extender mi dedo índice y, con la uña del mismo, cortar el tallo de tan hermosa flor.

Henchido de emoción, y con la única intención de ofrecérsela como presente a mi creador, corrí como un poseso hasta su presencia. Cuál fue mi sorpresa que, en un ataque más de soberbia, y sin que yo me hubiera enterado, había convocado a todos los seres que habitaban aquellos parajes. No faltaba nadie, unos a sus pies, otros encima de las nubes y alguno a su espalda. Al notar mi presencia, pude contemplar su frente y su mirada inquisitiva, pues yo, el ser de luz más bella y pura que jamás hubo creado, le hacía esperar y peor aún, sin que fuera consciente de ello. A sabiendas de su carácter colérico, me fui acercando poco a poco con el brazo maquillado de puntos rojos y la rosa negra prendida en mi mano. En tanto que avanzaba, todas las miradas se posaban en aquellos pétalos oscuros, arrebatándole el protagonismo al mismísimo Creador. Casi a punto de entregarle mi regalo, Él preguntó con toda la furia de sus pulmones: «¿Quién como yo?». Todas las miradas volvieron a posarse en su semblante. Un silencio aplacó suspiros, y una corriente de aire gélido heló gestos. Sin pensarlo demasiado, con esa permisibilidad que siempre me había concedido, contesté un simple y rotundo «Yo».

Él le soltó un manotazo a la rosa enviándola al rincón más lúgubre del universo. Y sin apenas un segundo de diferencia, me señaló acusándome de una insolencia desconocida hasta ese instante por mi parte. Mostró toda su fuerza, ira y poder para arrojarme desde lo más alto del cielo a lo más insondable del inframundo. Mientras descendía, aquellos que yo consideraba mi cohorte caían conmigo. Y no solo eso, mi piel blanca se fue tornando en un rojo intenso, y mi propio físico se transformaba de tal manera que el anterior ha quedado escondido al lado mi anhelada rosa negra. Ya pocos me recuerdan como Luzbel, pues, desde aquel momento, la mayoría temen mencionar mi actual nombre, Lucifer.


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