No es que me interesé en exceso la vida de Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen, o sea, el
Barón Rojo. Puede que el hecho de que me sienta atraído por todo lo referente a
la 1ª Guerra Mundial unido a que una de mis bandas preferidas del Rock estatal
lleve su nombre sea suficiente para intentar saber algo más de este famoso
piloto de aviación. Podría haberme acercado a su vida a través de los libros, o
documentales, pero he preferido hacerlo usando la vía del cómic. En concreto,
mediante esta obra del guionista Pierre Veys y del dibujante Carlos Puerta.
Pierre Veys nació en la ciudad francesa de Cambrai. Deja su
carrera de Biología para dedicarse a los guiones, las novelas y los gags.
Después de dirigir y escribir para la compañía de teatro MacPochtron And The
Cuitos Brothers y trabajar para la televisión en el canal France 3, se pasa al
cómic donde realiza la serie “Baker Street” junto a Nicolas Barral por la que
recibe un premio de la sociedad Sherlock Holmes.
Se puede decir que el madrileño Carlos Puerta siempre estuvo
predestinado a una vida basada en la pintura. Después de encontrarse a finales
de los 80 del siglo pasado con el famoso editor Josep Toutain decide dedicarse
al mundo de la historieta. Comienza su andadura en el cómic nada menos que en
“Creepy”, junto a Lorenzo F. Díaz, con “Los Archivos De Hazel Loch”. A su vez
realiza algunas cubiertas e ilustraciones para libros como “Cuentos De Lo
Sobrenatural” de Charles Dickens. Su trabajo “Tierra De Nadie” se editó por
entregas para la revista “Heavy Metal” en Alemania, Francia y Holanda, dejando para
España solo una edición limitada para la Semana Negra De Gijón. En 1996 se
encarga de ilustrar los cuatro primeros libros de las aventuras del Capitán
Alatriste además de trabajar en los suplementos de los periódicos El Mundo y
ABC. Una vez superado un grave accidente de tráfico, regresa en 2001 para
terminar “La Casa De Pollack Street” que se publicaría en USA, Francia, Alemania
y Holanda. Después de volver a colaborar con Díaz en la serie de piratas “El
Perdición”, trabaja por primera vez con Veys en la mencionada serie “Adamson”,
a las que sigue “Sous Les Tilleuis” y “Brumowsky” y la que nos concierne en
este artículo, “Barón Rojo”. Actualmente colabora con Esther Gil para Ankama
Ediciones. Puerta es sin duda el gran protagonista del cómic que tenemos entre
manos. Sus viñetas llenas de fuerza y expresividad, unido a la distribución de
estas, hacen que pases hojas y hojas sin apenas echar en falta los bocadillos
pertinentes. Una gran labor que, desde luego, hace subir puntos a todo lo que
Pierre Veys quiere decirnos con su guion. Impresionante el color, las sombras,
luces y tamaños de su obra. Enhorabuena.
Lo primero que diré acerca de Manfred Albrecht Freiherr von
Richthofen es que, como cualquiera que se convierte en mito, está algo
sobrevalorado. Lo digo porque este señor tiene todas las cualidades de lo que
se conoce como sádico. De ascendencia aristócrata y hermano mayor de tres,
actualmente sería un ciudadano polaco en vez de alemán por haber nacido en
Beslavia, actualmente Wroclaw. Como lo que nos interesa en este artículo es lo
que nos cuentan Puerta y Veys en su cómic, independientemente de que se trate
de una adaptación propia de la vida de dicho personaje, empezaremos diciendo
que a raíz de una clase de gimnasia donde se medirá con sus compañeros para
obtener la mejor nota se canjeará la enemistad de príncipe prusiano Friedrich
debido, como es de suponer, a su victoria sobre éste. Al finalizar esta clase
el príncipe, rodeado, para variar, de sus vasallos, intenta dar una buena
paliza a Manfred, pero el tiro le sale por la culata. Esto hará aumentar el
sentimiento de odio entre ambos. ¿Cómo lo consigue? Según los autores de este
cómic, Richthofen tenía cierto don mental mediante el cual percibía el miedo y
la rabia de sus atacantes. Esto le hacía prever sus movimientos y adelantarse a
sus golpes.
Cuando estalla la 1ª Guerra Mundial, nuestro protagonista se
alista en la caballería, pero se da cuenta de que esta tiene los días contados.
Por una serie de circunstancias que descubriréis en estas páginas, acabará en
la aviación de tirador junto a otros pilotos. Vamos, que tardó en aprender a
pilotar. Después de su primer derribo de un avión inglés, esta sería la
nacionalidad de la mayoría de sus víctimas, empieza a darse cuenta de que si
quiere alcanzar la gloria debe aprender a pilotar por sí solo, algo que
consigue no sin esfuerzo. Su sadismo, unido a su poder mental, hace que vaya ganando
puntos derribo tras derribo pues parece inalcanzable anticipándose a las
maniobras de sus adversarios. Volverá al frente francés después de entrenarse
en el ruso y formará parte de un grupo de pilotos de élite donde volverá a
reencontrarse con su viejo enemigo de clase Friedrich. Aquí es cuando realmente
se entrevé la personalidad de nuestro protagonista pues el príncipe prusiano
está dispuesto a pasar página después de la humillación sufrida años atrás,
pero Manfred quiere seguir sintiendo ese placer que le otorga la venganza y el
odio.
Su fama comienza a subir como la espuma tras derribar cierto
número de adversarios. A esto le sumamos el hecho de pintar primero su biplano
Albatros D.II y luego el triplano Fokker Dr. I de rojo. La razón no fue otra
que, sabedor del terror que infligía en sus contrincantes, hacer subir aún más
el miedo de estos y así percibirlo y utilizarlo a su favor como en todas sus
victorias. Aquí empieza a ser conocido como El Barón Rojo y aumenta su renombre
destrozando algún que otro tanque y submarino. Su hombría se resiente cuando le
hacen saber que su enemigo británico piensa que aquel aeroplano rojo es
pilotado por una mujer. Como era de esperar, y siempre según los autores de la
obra que nos concierne, acabará siendo víctima de una traición por parte de Friedrich
después de escoltar, si es que eso se podía hacer, a uno de los zeppelines de
la aviación alemana.
Hasta aquí lo relativo al cómic. Hay que agradecer su
documentación respecto al tanque pues fue en esta contienda, al igual que otras
armas y la propia aviación, donde se usó, más por parte de los aliados, por
primera vez, y a ese trato protocolario que se daba a los prisioneros de alto
rango pues esta también fue la última contienda en al que se dio dicho
formulismo. La conclusión a la que he llegado después de leer estas páginas es
que este señor Barón Rojo era un cabronazo de aúpa. Le gustaba matar y sentir
la sangre sin reparar en asesinar a bocajarro a sus contrincantes, se dice que
también a algún que otro compatriota, una vez habían aterrizado. Si no
encontraba la emoción de la victoria a través de los cuerpos destrozados y
aparatos envueltos en llamas no se sentía feliz. Esto, incluso, le hace llegar
a pensar que es un hombre afortunado por participar en algo tan horrible como
una guerra.
Una vez dicho esto, y conocida cierta parte de la
personalidad de este señor, me remito al nombre de la banda que dio a conocer
el Heavy Metal hecho en castellano por toda Europa. Recuerdo la letra de la
canción dedicada al mismo y caigo en un hoyo sin fondo de contradicciones. Todo
lo que se habla en ella es un tanto oscuro pues sabiendo cómo consiguió la
gloria y cómo llegó a ser un héroe no creo que sea alguien a quien admirar. En
cuanto a lo de si viviera hoy sería capitán de una nave espacial mejor dejarlo una
vez el precio que tendrían que pagar los demás por ello. Mi curiosidad es:
¿Sabrían con seguridad los hermanos De Castro, Sherpa y Calabria quién era este
tipejo? La verdad es que si, de aquí en adelante, me cruzo con alguno de ellos,
y tengo oportunidad, no duraré en preguntárselo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario