miércoles, 6 de junio de 2018

Texto Mandrílico Junio 2018






VALIJA PERSONAL

Volví del último viaje con la maleta hecha añicos. Ahora afronto una nueva aventura y he decidido estrenar equipaje. Tendré que hacer un exhaustivo listado de cosas imprescindibles para llevar en la maleta.

En la parte de la cremallera interior de la tapa:

-        No se me puede olvidar un pequeño botiquín a base de alcohol para desinfectar mentiras, crema para las quemaduras del amor, ibuprofeno para los dolores del desengaño, protector gástrico para controlar las posibles barbaridades que pueda decir sin pensar, cristalmina para evitar las manchas de desesperación y angustia y algunos apósitos para tapar las heridas que me pueda provocar la pesadumbre que, con toda seguridad, encontraré en las imágenes cotidianas del lugar que voy a visitar.

-        También viene bien tener un bolígrafo y un cuaderno de repuesto para seguir apuntando los detalles de lo que me cuenten, sumados a los que yo cuente, por esas boquitas medio de piñón, medio de dragón, que andan sueltas por cualquiera de los rincones.

En el interior de la maleta:

-        Empezaremos por unos cuantos calzoncillos de esos con dos posiciones. Una para controlar los impulsos en caso de excitación máxima antes de lo debido, ya sea sexual o fisiológica, y otra para que no se me caigan hasta los tobillos cada vez que me mandan a bucear al Danubio, azul o verde, en busca del arca perdida o el tesoro de los tartesos. Como bien sabéis, los hay con una tercera posición, esa de: “Utilice la mano que mejor le convenga en caso de emergencia”. Estos son más para casa, yo nunca los he echado como equipaje, aunque he de reconocer que me he comprado más de uno una vez he llegado a mi destino.

-        Como espero que haga un calor más humano que en mi anterior travesía, pondré calcetines también de dos tipos. Los finos y altos que siempre me dan seguridad en mí mismo porque los llevo con pantalón largo, así evito dejar al descubierto mis desastrosas carencias afectivas, y los finos y tobilleros que me pongo con las bermudas y hacen que crea que el mundo está a mis pies.

-        Camisetas de tirantes para deambular por el paseo marítimo luciendo tipito de guaperas venido a menos con tantos tiros pegaos por los mares del destino. Camisetas de manga corta de varios colores para usar según me acuerde de lugares visitados, para cuando los quiera olvidar, para los que quedan por visitar y una especial que me dé valor para descubrir los cuerpos que tenga que investigar.

-        Los pantalones son mi punto débil. Sé que tengo que poner unos cuantos largos de mérito para afrontar una nueva expedición. Ante esta eterna duda, tendré a disposición los caros, aquellos que me costaron un ojo de tu cara cuando me pillaste con tu primo, los chinos de mil bolsillos donde meter la mano y encontrar recuerdos de mil sabores: amargos, dulces, agridulces, picantes, salados o sosos y, por último, los vaqueros de mercadillo que me quedan geniales para olvidarme de los caros y de los chinos. Que no se me despisten las bermudas hechas en el país de la esclavitud y la miseria, tanto de nuestra relación como de este mundo, y el bañador modelo speedo que siempre creo que me voy a poner y al final nunca lo hago porque el ridículo es superior a cualquier otra cosa que habite la arena de qué bonita es la vida los días que no pienso en ti. Verás tú cómo acabo aumentando mi colección de calzonas de flores con pétalos de dolor y vergüenza.

-            Por si acaso, echaré un jersey también. No de esos gordos que abultan mucho por estar hechos de lana de peleas, insultos y reproches. Mejor uno un poco más finito que, a pesar de tener su parte siniestra por el silencio que acumulan, siempre tienen un halo de sonrisas propias de la inocencia del amor por descubrir. Las estadísticas dicen que son los más decepcionantes, los que más ilusión hacen también.

-         ¡¡Uff, qué pereza el calzado! Está claro que tendré que contar con las zapatillas blancas con restos incrustados de desidia, esfuerzo y agotamiento, pereza y júbilo, desenfreno y frenadas en seco y olor a: “¡Ahí te quedas!” y “¡Déjame estar siempre a tu lado!”. Creo que estas las llevaré puestas, a ver si se rompen de una vez durante el trayecto y me tengo que comprar unas nuevas, de esas de algún color fosforito que den luz propia, por fin, a mi vida. Las chanclas playeras porque, aunque me bañe o no, con mis pies dejo a descubierto las verdaderas razones de este viaje. Espero que alguien se fije en ellos. No echaré zapatos porque insisto en la intención de acabar de destrozar las zapatillas. De esta forma, no tengo alternativa ante este deseo.

-         Por último, el neceser con una maquinilla, aftershave y espuma de afeitar barbas de mil días de ahora te gusto, ahora no te gusto. Desodorante y colonia para dejar atrás por siempre tu fragancia marca “No querer volver a verte”. Pasta de dientes especial blanqueadora de añoranzas con su correspondiente cepillo pensado especialmente para desastres de pareja y un peine para los cuatro pelos que me quedan, los otros tres los perdí cada vez que desconté una vida a tu lado.

  Ya está, no le voy a dar más vueltas. Si necesito algo, me aguanto, y si sobra, le daré algún uso imprevisto.

Ahora siento que me falta algo, me faltas tú. El mismo que me hace viajar sin descanso con la esperanza de sacarte de mi corazón y la intención de que cada nuevo viaje se parezca menos al que hicimos los dos al centro de nuestro universo. Alguien que nunca cabrá entero ni saldrá del todo de mi valija personal.


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