VALIJA PERSONAL
Volví del último viaje con la maleta hecha añicos. Ahora
afronto una nueva aventura y he decidido estrenar equipaje. Tendré que hacer un
exhaustivo listado de cosas imprescindibles para llevar en la maleta.
En la parte de la cremallera interior de la tapa:
- No
se me puede olvidar un pequeño botiquín a base de alcohol para desinfectar
mentiras, crema para las quemaduras del amor, ibuprofeno para los dolores del
desengaño, protector gástrico para controlar las posibles barbaridades que pueda
decir sin pensar, cristalmina para evitar las manchas de desesperación y
angustia y algunos apósitos para tapar las heridas que me pueda provocar la pesadumbre
que, con toda seguridad, encontraré en las imágenes cotidianas del lugar que
voy a visitar.
-
También
viene bien tener un bolígrafo y un cuaderno de repuesto para seguir apuntando
los detalles de lo que me cuenten, sumados a los que yo cuente, por esas
boquitas medio de piñón, medio de dragón, que andan sueltas por cualquiera de
los rincones.
En el interior de la maleta:
-
Empezaremos
por unos cuantos calzoncillos de esos con dos posiciones. Una para controlar
los impulsos en caso de excitación máxima antes de lo debido, ya sea sexual o
fisiológica, y otra para que no se me caigan hasta los tobillos cada vez que me
mandan a bucear al Danubio, azul o verde, en busca del arca perdida o el tesoro
de los tartesos. Como bien sabéis, los hay con una tercera posición, esa de:
“Utilice la mano que mejor le convenga en caso de emergencia”. Estos son más
para casa, yo nunca los he echado como equipaje, aunque he de reconocer que me
he comprado más de uno una vez he llegado a mi destino.
-
Como
espero que haga un calor más humano que en mi anterior travesía, pondré
calcetines también de dos tipos. Los finos y altos que siempre me dan seguridad
en mí mismo porque los llevo con pantalón largo, así evito dejar al descubierto
mis desastrosas carencias afectivas, y los finos y tobilleros que me pongo con
las bermudas y hacen que crea que el mundo está a mis pies.
-
Camisetas
de tirantes para deambular por el paseo marítimo luciendo tipito de guaperas
venido a menos con tantos tiros pegaos por los mares del destino. Camisetas de
manga corta de varios colores para usar según me acuerde de lugares visitados,
para cuando los quiera olvidar, para los que quedan por visitar y una especial
que me dé valor para descubrir los cuerpos que tenga que investigar.
-
Los
pantalones son mi punto débil. Sé que tengo que poner unos cuantos largos de
mérito para afrontar una nueva expedición. Ante esta eterna duda, tendré a
disposición los caros, aquellos que me costaron un ojo de tu cara cuando me
pillaste con tu primo, los chinos de mil bolsillos donde meter la mano y
encontrar recuerdos de mil sabores: amargos, dulces, agridulces, picantes, salados
o sosos y, por último, los vaqueros de mercadillo que me quedan geniales para
olvidarme de los caros y de los chinos. Que no se me despisten las bermudas
hechas en el país de la esclavitud y la miseria, tanto de nuestra relación como
de este mundo, y el bañador modelo speedo que siempre creo que me voy a poner y
al final nunca lo hago porque el ridículo es superior a cualquier otra cosa que
habite la arena de qué bonita es la vida los días que no pienso en ti. Verás tú
cómo acabo aumentando mi colección de calzonas de flores con pétalos de dolor y
vergüenza.
- Por
si acaso, echaré un jersey también. No de esos gordos que abultan mucho por
estar hechos de lana de peleas, insultos y reproches. Mejor uno un poco más finito
que, a pesar de tener su parte siniestra por el silencio que acumulan, siempre
tienen un halo de sonrisas propias de la inocencia del amor por descubrir. Las
estadísticas dicen que son los más decepcionantes, los que más ilusión hacen
también.
- ¡¡Uff,
qué pereza el calzado! Está claro que tendré que contar con las zapatillas
blancas con restos incrustados de desidia, esfuerzo y agotamiento, pereza y
júbilo, desenfreno y frenadas en seco y olor a: “¡Ahí te quedas!” y “¡Déjame
estar siempre a tu lado!”. Creo que estas las llevaré puestas, a ver si se
rompen de una vez durante el trayecto y me tengo que comprar unas nuevas, de
esas de algún color fosforito que den luz propia, por fin, a mi vida. Las
chanclas playeras porque, aunque me bañe o no, con mis pies dejo a descubierto
las verdaderas razones de este viaje. Espero que alguien se fije en ellos. No
echaré zapatos porque insisto en la intención de acabar de destrozar las
zapatillas. De esta forma, no tengo alternativa ante este deseo.
- Por
último, el neceser con una maquinilla, aftershave y espuma de afeitar barbas de
mil días de ahora te gusto, ahora no te gusto. Desodorante y colonia para dejar
atrás por siempre tu fragancia marca “No querer volver a verte”. Pasta de
dientes especial blanqueadora de añoranzas con su correspondiente cepillo pensado
especialmente para desastres de pareja y un peine para los cuatro pelos que me
quedan, los otros tres los perdí cada vez que desconté una vida a tu lado.
Ya está, no le voy a dar más vueltas. Si necesito algo, me
aguanto, y si sobra, le daré algún uso imprevisto.
Ahora siento que me falta algo, me faltas tú. El mismo que me
hace viajar sin descanso con la esperanza de sacarte de mi corazón y la
intención de que cada nuevo viaje se parezca menos al que hicimos los dos al
centro de nuestro universo. Alguien que nunca cabrá entero ni saldrá del todo de
mi valija personal.
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