La Insumisión ha sido la última gran revolución acontecida en
el Estado español. Si tenemos en cuenta que cualquier revolución no nace de la
nada, más bien se cocina lentamente a base de ingredientes como la represión,
la injusticia y la muerte, ésta tuvo una trayectoria bien larga que duró más de
un siglo. El descontento del Pueblo con su Ejército germinó con la pérdida de
las últimas colonias de Ultramar en 1898. Luego vinieron ciertos
acontecimientos claves para que ese sentimiento creciera exponencialmente como
la Guerra de Marruecos, la Guerra Civil y la dilatada dictadura de “Paquito Rana”.
Para cuando este personaje se fue a la tumba el árbol del sentimiento
antimilitarista en este Estado ya había echado muchas ramas y comenzaban a
avistarse sus primeras flores. Flores que se convirtieron en frutos llamados
Objeción de Conciencia e Insumisión. Luego el fruto maduró, algun@s comimos de
él, otr@s lo pisotearon y much@s más, como pasa siempre en estos casos, se
valieron del mismo para fines personales. Nada que no haya ocurrido con
cualquier otra revolución.
La Insumisión fue un movimiento, sobre todo, antimilitarista
con bastante arraigo social. Tuvo su propia música, de mil etiquetas y colores,
literatura, pintura, escultura, debate social y político y, como hecho
destacable, fue algo que nació del Pueblo para romper con otro algo que venía
de las esferas del Poder, nada más y nada menos que el Ejército. De ahí que la
defina como revolución ya que, como todas las acontecidas en este, y otros,
territorio, una vez conseguido uno de sus mayores fines, que no el principal,
ese mismo Poder la engulló y la tachó del mapa de tal manera que ahora suena
como un eco lejano en los anales de la Historia. ¿Y por qué sucedió esto? Pues
porque un gobierno que presumía de venir a cambiar este Estado estuvo cambiando
durante más de una década. Sí que cambió, sí, tanto que nos metió en la OTAN, se
corrompieron como todos y trocaron la pana en chaquetas de diseño y corbatas.
Bueno, hasta aquí nada especial, o diferente, pero siguió sin escuchar al Pueblo
mientras tenía en sus manos el as que ganaba la baza. Su opción fue no
utilizarlo. Prefirió seguir pidiendo cartas hasta que ya no le cupieron en las
manos y se desmoronó su castillo de naipes. Y en esto que llegó el listo de
turno con su bigote ancestral y una sonrisa propia de timador de feria. Echó
cuentas y vio que aquello no cuadraba, que tanta sota no pegaba con tanto siete
y que tanto trébol no pintaba nada con los rombos. Y helo aquí propagando con
vítores y trompetas un nuevo ejército profesional, cerrando cuarteles por
doquier, vendiéndoselos a las inmobiliarias de sus adept@s y empavonándose de
pasar a la Historia como el que acabó con la sufrida “mili”. Pues sí, curiosidades
de esa Historia, la derecha más rancia de este Estado acabó de un plumazo, y
por razones de bolsillo, con todo un movimiento social como la Insumisión.
Después quedó demostrado que lo del Antimilitarismo, la Paz y demás, como era
de suponer, les importaba una mierda tan grande como sus mentiras y acabó
metiéndonos de lleno en una guerra con consecuencias nefastas, como todas las
guerras. Y la Sociedad siguió su curso, y pensó que habían triunfado, y qué
bien que ya no hay “mili” y, al final, se olvidó de cómo llegó hasta aquí y
comenzaron a cometer los mismos, y actuales, errores contra los que había
luchado. Mientras, como siempre, el bigotitos, luego el cara de cómico y ahora
el barbas éste que parece que nunca ha roto un plato y se come hasta los
tenedores atravesados, acompañados por vari@s arrimaos de distinta índole,
sacaron su goma de borrar revoluciones y a otra cosa butterfly.
El 6 de Octubre de 2017 se cumplen veinte años de mi ingreso
en prisión por el “delito” de Insumisión. Y no, no voy a hablaros del morboseo
ese en plan batallita que tanto les mola a much@s sobre: “¿Qué tal lo pasaste
en el talego?, ¿Es verdad que te dan por culo?, ¿Qué tal la comida allí?, ¿Y el
tema de la droga… cómo se vive?” Qué va, esas preguntas peliculeras son tan
manidas y fuera de lugar que sólo tienen una respuesta: “Si tanto te interesa
saberlo… date una vuelta por allí y lo compruebas por ti mism@.” No, este
asunto de la Insumisión no tiene que ver exclusivamente con la cárcel. Va mucho
más allá, siempre estuvo más allá.
Dos décadas que se suman a otras de lucha, sudores y
muertes de much@s que estuvieron antes que nosotr@s allanándonos el camino ante
pelotones de fusilamiento, torturas, tiros por la espalda al salir de una
trinchera, zulos donde sobrevivir como animales y todas esas maneras que han
tenido, y tienen, los ejércitos de tratar a l@s desertores y desertoras.
Pensasteis que el fin último de la Insumisión era acabar con la "mili" y que, por
tanto, una vez conseguido ese objetivo, todo se había logrado y solucionado.
Pues desde ya os digo que no os enterasteis de nada. Pero, claro, continuáis
tan enfrascados en seguir ondeando banderas, patrias y naciones que es normal
que prosigáis poniéndoos frente a frente para comprobar quién es el que mea más
lejos, la que tiene las tetas más gordas o l@s que son más auténticos por
considerarse defensores de esas banderas, patrias y naciones. ¿Mientras tanto
qué habéis hecho? Habéis creado, o intentáis crear, más países con sus
ejércitos, sus gobiernos de distinta condición, pero de igual olor a mierda,
sus fronteras vigiladas por l@s mism@s que te expenderán, o no, un pasaporte y
su corte de corrupt@s, ricachuel@s y explotadores. Todo bajo las alas de ese
gran término al que llamáis Democracia.
Algo que también habéis hecho, durante ya no estos veinte
sino muchos cientos de años, es seguir sin escucharnos. Con calificarnos como
idealistas, utópic@s, soñadores y soñadoras, radicales, cobardes o irresponsables
lo habéis resuelto todo. ¿Sabéis que hay dos de esos calificativos que siempre
me hicieron mucha gracia? Pues sí, me parto de risa cada vez que nos llamáis
hippies. ¡Buen intento de definición! En serio, con éste os salís de largo del
trazado. El otro, el de víctima, me
produjo siempre otro tipo de risa, más de rabia que de otra cosa. ¿De veras
creéis que aquell@s que desertaron, desertan o desertarán arriesgando sus
vidas, muchas veces también las de sus seres queridos, por no seguir formando
parte de esa maquinaria que es la realmente culpable de crear víctimas lo son? ¿O son más bien personas que con sus actos se comprometen a parar esta escala de
violencia que vosotr@s subís un peldaño cada vez que cogéis un arma, del tipo
que sea, para defender vuestras identidades patrióticas varias in the night?
Nos tomasteis por florecillas del campo en plan guay sin atreveros
por un instante a mirar hacia la copa de los árboles. Seguís creyendo que la
Utopía y los sueños son algo ilusorio, irrisorio, y de mentes que viven en otro
Mundo. De este modo continuáis pisoteando a la Esperanza. Queréis pasar a la
Historia sin aprender de ella. Pretendéis ir de salvadores sin tener en cuenta
todos los errores que vuestras ideas han cometido, y cometen. Si tantos os van
los libros para seguir unas directrices religiosas, jurídicas o políticas… ¿Por
qué no os paráis a leer algunos de Historia? ¿No os interesaría saber esto o lo
otro antes de acabar actuando como éstos o los otros? “¡Qué va! ¡Eso no mola!
No mola porque lo mío va de otro rollo. ¿Cómo voy yo a cometer los mismos
errores que ciertos reyes y reinas, dictadores, usurpadores o culos calientes
del Poder? No, hombre, lo mío va de otro palo.” Y palos es lo que seguís dando
a la gente que no nos interesan vuestros trapos tan coloridos e
identificativos, que pasamos de entrar en vuestro juego militar desfilando en
vuestros bandos y que lo único que pedimos, desde hace muuucho tiempo, es que
nos dejéis vivir en paz, tranquil@s, con nuestras penas y alegrías y, sobre
todo, intentando hacer el menos mal posible al vecin@. Pero no, ¿cómo vais
vosotr@s a dejar en Paz a nadie si no entendéis, no utilizáis, no sentís, ni
comprendéis tan extraordinario término?
Seguìs alimentando vuestros odios, vuestras violencias y
autenticidades, pero recordad que, al igual que pasó en los millones de
conflictos de esa Historia que os negáis a repasar, nosotr@s, los desertores y
desertoras, formaremos siempre parte del espectáculo y no lo haremos como
público, para eso ya tenéis a una caterva de fieles que, por desgracia, os
seguirán hasta el fin. Lo haremos, lo hacemos, lo hicimos, como parte activa de
este asunto, como la alternativa que nunca quisisteis tomar como tal.
Arriesgaremos nuestras existencias por eso que calumniáis como Utopía. Mientras
vuestras bombas, porras, muros y rifles construyen una cordillera de escombros,
ésta seguirá oculta en el corazón de mujeres y hombres que no necesitarán de
vosotr@s para descubrirla, simplemente brotará de manera natural dentro de
ell@s para volver a gritaros que éste no es el camino, que nunca lo ha sido, y
que si vosotr@s queréis recorrerlo… adelante, pero no contéis con nosotr@s. Da
igual que volváis a encarcelarnos, torturarnos o asesinarnos. Vamos a seguir
aquí porque somos parte del conflicto y en vuestras manos está, siempre lo ha
estado, acabar con él.
Hace mucho tiempo, siendo un niño con apenas cinco años, una
mujer, de esas que definen por ahí como “analfabeta” por no saber leer ni
escribir, me dijo una de las mayores, si no la mayor, verdades de mi vida:
“Hijo mío, no te preocupes, pues en esta vida te van a llamar de todo.” Y claro
que me han llamado y me llaman de todo, tanto l@s de un lado de la frontera
como l@s del otro, tanto l@s defensores de unas “libertades” como l@s represores
de las mismas. Eso sí, nunca os preguntasteis cómo me llamo yo. Pues bien, después
de veinte años, os lo digo alto y claro: sigo siendo un desertor, un insumiso,
uno del otro bando que no es ninguno de los vuestros, un borrador de fronteras,
uno que tiene la ilusión de que algún día seáis tan list@s como presumís y
optéis por otro tipo de país, territorio, nación, bien distinto al que habéis
construido o queréis construir, defender o de los que os va la vida en ello.
Mientras tanto seguiremos siendo el grano en vuestros culos de cuerpos
uniformados y uniformes, seguiremos recorriendo, paso a paso, sin prisa, pero
sin pausa, el camino que siempre elegimos, seguiremos bebiendo del caldero de
la mejor poción: la INSUMISIÓN.
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