Hablar de Ramoncín en este Estado es meterte en camisa de no
sé cuántas varas, pero, como a mí eso nunca me ha importado, allá que voy con
el tema. Creo que este artículo va a estar repleto de alguna que otra
confidencia mezclada con experiencias personales y aliñada con alguna referencia
a la puesta en el mercado del documental “Una Vida En El Filo”.
Ramoncín y la polémica siempre han caminado de la mano. Ya
desde sus primeros conciertos, con aquel famoso rombo pintado en la cara, hizo
brotar amigos y enemistades a partes iguales. En una España en la que todo era
en blanco y negro él supo dar pinceladas de rebeldía extraídas de frascos de
buen Rock y actitud. Lo mismo le llovían huevos y vegetales varios que le
hacían entrega de flores y presentes. Ante esto nunca se achantó, es más,
parece que necesitaba de esas dos caras de la moneda que había acuñado para
seguir adelante con su proyecto, y vaya si siguió. Lo hizo sacando la friolera
de ocho discos de estudio más un directo y algún recopilatorio en tan solo doce
años. ¡Qué tiempos aquellos en los que los grupos y artistas sacaban disco cada
uno o dos años! Todo un currante de la música. La mayoría de l@s rocker@s del
Estado hincábamos las rodillas ante tanta producción musical y la calidad de la
misma. Luego, como es normal en cualquier persona, necesitó un parón musical,
hizo sus pinitos como presentador de televisión, en el cine ya había hecho
alguna que otra aparición, y se metió a caballero defensor de los derechos de
autor con el blasón de la SGAE como arma. Y ahí empezó a ser mal mirado,
criticado, vilipendiado y no sé cuántos participios más de dudosa afectividad
podría poner en esta lista. Pero esas son las cosas características de estos
lares. Mientras otr@s compañer@s suyos de profesión allende de nuestras
fronteras hacían, y hacen, declaraciones políticas que son para tirarse de los
pelos del lugar que más te duela, presentan o forman parte del jurado de
programas de igual calidad de los que nos quejamos por estas tierras o,
incluso, salen ya subidos al pedestal de la fama, delirante y efímera diosa,
una vez pasan por dichos platós, aquí tienes que ser “auténtico” según estrictos
cánones, si no acabarás esquivando CDs afilados en uno de tus conciertos. ¡Bien
por este territorio plagado en igual porcentaje de patrimonio cultural,
ignorancia y ración doble de envidia!
Conocí a Ramoncín siendo un crío en el colegio de curas donde
estudié tanto la EGB como el bachillerato y al famoso C.O.U.. Desde el momento
que entró en mi vida, lo hizo a través de ese formato tan poco valorado como es
el cassette, se quedó ahí para siempre. Flipábamos en colores con sus discos,
sus letras, sus atrevimientos o sus leyendas urbanas que para nosotr@s se
convertían en verdades como puños. Cuando creces y pasas de la infancia a la
juventud en el periodo que va desde finales de los setenta hasta entrado los
noventa del siglo pasado escuchar canciones como las de Ramoncín era todo un
impulso en tu vida diaria, tanto en el plano familiar como social. Nunca negaré
que había otras muchas bandas y artistas en solitario que cumplían igualmente
dicha labor, pero él ya se había convertido en algo que nos mantuvo expectantes
durante dicho periodo de tiempo. Cuando acababas de asimilar un disco ya tenías
otro que te volaba la cabeza. Mi preferido siempre será, y esto es cuestión de
gustos, “Ramocinco”. Con ello no quiero decir que no me molaran los anteriores
y los que vinieron después, al revés. Como he dicho antes que alguna que otra
confidencia engrosarían esta amalgama de párrafos, reconoceré que durante el
tiempo “oscuro” de su carrera, aquel en el que sólo pronunciar su nombre era
sinónimo de insultos y desprecio, seguí escuchando esos discos un poco a
escondidas y con el volumen a la mitad de lo que solía ponerlo en años
anteriores. Luego llega el momento en el que, por muchos y distintos motivos,
aquello de lo que siempre te enorgullecías, eso de que le den a lo que digan
l@s demás, comienzas a aplicarlo, he de reconocer que lo he aplicado siempre,
al mundillo este que va de tan liberal y subversivo que no es otro que el del
Rock. De este modo acabas mandando a la mierda a es@s puristas con el mismo
ahínco que le sacabas la lengua a tus vecin@s por el tema del pelo largo y las
pintas muchos años atrás. Ahora, con los pies ya en el umbral de los cincuenta
no puedo, ni quiero, evitar seguir emocionándome con las canciones de Ramoncín.
Veo cómo mi mente rebobina hasta esos parques repletos de litronas y canutos,
también otras sustancias que llevaban grabado el símbolo de la muerte en sus
envoltorios, me encanta que al escuchar
ciertos temas me encuentre de frente la cara nítida de algun@s colegas que hace
mil que no veo y de otr@s que no volveré a ver por sus coqueteos con dichas
sustancias, me veo atracado por “El Chuli”, qué coincidencia, así se llamaba un
yonki enorme puesto hasta arriba de pastillas que me sacó un puñal de caza
cuando tenía 16 años para robarme los putos cien duros de costo que acababa de
pillar junto con las cuatro monedas sueltas que llevaba en los bolsillos, y
otras miles de batallas y problemas que Ramoncín y una serie de grupos de
aquella época conseguían que fuesen mucho más llevaderos. Sí, puedo decir alto
y claro que Ramoncín forma parte de la banda sonora de mi vida, que sólo lo he
visto una vez en el mismo pueblo donde me atracó, y por poco me mata, “El
Chuli” y que estoy deseando volver a verle en directo a la mínima que tenga la
oportunidad. Espero no emocionarme mucho, o sí, quién sabe.
En lo relativo al documental, os informo que forma parte de
la caja que lleva por nombre: “Ramoncín, Quemando El Tiempo.” Ésta la completan
tres CDs. Los dos primeros hacen un repaso a toda su carrera, desde 1978 hasta
2017, y el tercero es un set acústico al que han titulado: “En Los Huesos”. Si
hay una cosa que te llama la atención desde el comienzo es el lugar desde donde
el protagonista cuenta la mayoría de sus vivencias, el Auditorio del Parque de
Atracciones de Madrid. Sorprende ver cómo ha cambiado este sitio desde los años
setenta del siglo pasado hasta nuestros días. Ramoncín comienza aquí a hablar,
conversación a la que se irán sumando algun@s de sus colegas de aquella época.
Que su primera aparición televisiva fuera interpretando “Marica De Terciopelo”
y que, encima, se la dedicara a l@s pres@s, fue toda una carta de presentación
e intenciones. El documental avanza mientras repasa, uno a uno, sus trabajos
discográficos. Así saldrán a relucir los cambios de formación, su evolución
musical o su relación con las distintas discográficas por la que pasó con resultados
igual de dispares y tensos. Esas anécdotas con algunos responsables de dichas
empresas del disco son para enmarcar. Era imprescindible que apareciera su
etapa como miembro de la SGAE y todos los sinsabores que aquello le trajo. De
esta forma llegará a tus oídos la versión del artista, que te convenza o no es
otro tema. Parte fundamental de este documento en imágenes son sus conciertos,
apariciones televisivas como tertuliano, invitado a algún programa o las
respuestas dadas, sin desperdicio alguno, en alguna de las entrevistas que le
hicieron en la caja tonta. Y en esto que llegó el momento más controvertido de
su paso por los escenarios. Éste no es otro que su actuación en el Festival
ViñaRock. Está claro que ese poderío de echao p´adelante no se había apagado a
pesar de ser consciente de lo que se le vendría, se le vino, encima. No sé
cuántas veces habré vivido situaciones parecidas, aunque no tan graves como la
de los CDs en forma de estrellas ninja y los pedruscos de cierto tamaño, eso es
demasiado. Lo vi con bandas como Shy, Tesla o The Cult, también con Pantera,
pero he de reconocer que, en este caso, el bocazas de Phil Anselmo se mereció
los abucheos y demás. Estas situaciones siempre me han cabreado bastante. Si no
te gusta lo que tienes en frente encima del escenario o bien te largas a la
barra o te das una vuelta o te sientas en las gradas, pero eso de lanzar
objetos a l@s músicos es la mayor falta de respeto que se puede tener hacia
ell@s. Aquí sale a relucir la sinceridad de algunos invitados, compañeros de
profesión, como son Miguel Ríos o Jorge Escobedo de Sober, que reconocen no
haber apoyado a Ramoncín durante y después de este grave suceso. Otros, como
Loquillo o Johnny Burning, muestran su profundo enfado ante lo ocurrido. La
realidad es que ninguna de las bandas o artistas que pasaron por aquella
edición del Festival dio la cara por temor a que les ocurriera lo mismo.
Siguiendo con el documental escucharemos nuevas reflexiones, temas y
declaraciones por parte de otros invitad@s, como Mariskal Romero o Juan
Echanove, acerca del protagonista y su influencia en la música de este Estado.
En conclusión, para seguidores/as de Ramoncín de toda la vida, este documental
es algo que no puedes dejar pasar de largo. Recomendable cien por cien, vamos.
Cierro este extenso artículo dando mi opinión sobre el tema
de la piratería e internet. Ésta ya la he expresado mil veces durante las
presentaciones de la exposición “Piratas, Ayer Y Siempre”, basada en las
carátulas de cassette que autodiseñabámos cada un@ de nosotr@s. En aquellos
tiempos no tan lejanos en los que se vendían millones, miles o cientos de
discos algun@s, con mayor o menor poder adquisitivo, grabábamos muchos de esos
discos en cinta sin que afectara en exceso a la venta de copias. Nadie se llevaba
las manos a la cabeza por ello ni se quejaba por este asunto, es más, quien no
tenga o haya grabado una cinta que se tire por la borda del barco pirata.
Ahora, yo el primero, nos descargamos tantos discos y a tal velocidad que
muchos de ellos ni siquiera los escuchamos, no digamos ya enteros. No voy a ser
yo el que descubra que la industria y el mercado musical ha cambiado. Ante esto
l@s autores/as criminalizan sólo a l@s cosumidores/as por el hecho de
descargarse sus obras de manera gratuita, razones no les falta para ello. Ahora
bien, ¿qué pasa con esa industria discográfica contra la que Ramoncín y miles
de artistas han luchado, y luchan, durante su carrera? Pasamos del Cassette
Mono colgado como un bolso a torres de grabación, las famosas “tostaderas”, que
te graban no sé cuántos CDs o DVDs en pocos minutos, segundos. Es más, puede
que ya ni grabemos, lo llevamos todo en un MP3, un pen o móvil donde tenemos
equis discos, de los que no conoceremos nunca ni sus portadas, y vamos tan
campantes por la vida. ¿Y quién ha inventado y nos ha vendido toda esa
tecnología? Pues las mismas casa y marcas que se quejan de la mala situación
del cine y la música. ¡Corre a pillarte el último modelo de móvil! ¡Instálate
tal o cual programa de descargas en tu ordenador hecho de componentes
supermodernos que dentro de cinco meses estarán totalmente obsoletos! ¡Súbete a
la nube para no tener que pisar el suelo y sentirte como un ángel, para dioses
ya están ell@s! Así sólo conocemos el conflicto entre consumidores/as y artistas
y centramos ahí el problema. Mientras ell@s se parten el culo de risa sacándote
los cuartos cada poco tiempo y se lavan sus manos impregnadas de mierda y
contaminantes. Ric@s vendiendo progreso a pobres para que se lancen CDs
ninjeros entre ell@s con su marca estampada, para más recochineo. Pues eso, que
ningun@ nos vamos a ir de rositas en este asunto, pero ya es hora de que
saquemos a relucir las espinas que crecen en los rosales de esta mafia que
nunca cuidó de l@s músicos y nos sigue metiendo como borreg@s en recintos
cercanos a cuchitriles para poder disfrutar de la música que más nos gusta. Lo
concerniente a la reventa y compra de entradas por internet lo dejamos para
otro momento.
Hasta aquí el pesao del Mandril porque esto daría para mil
artículos como éste. Sólo una cosa, a ver si Ramoncín se deja caer por estas
tierras alejadas de las giras de muchos artistas y podemos disfrutar de su
actual directo. Estoy deseando volver a cantar “La Chica De la Puerta 16” y
todo su elenco de buenos temas. ¡Enhorabuena por la caja! ¡Nos vemos, o mejor
aún, nos oímos y nos leemos!
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