Érase una vez una pandilla de chic@s entre catorce y
dieciocho años que flipaban con una música conocida por los contornos como
Heavy Metal. Iban al colegio o al instituto con sus incipientes melenas, mallas,
pantalones vaqueros ajustados y alguna de las pocas camisetas de sus bandas
preferidas que podían obtener por correo a través de una tiendo llamada
“Discoplay”. L@s que no podían acceder a esas camisetas se enfundaban en una
negra que levantaba la ira de sus progenitores, vecin@s y profesores varios.
Entre aquellos grupos que les volvían loc@s estaba uno que precedía de Alemania
y que estaban reventando las listas de éxitos de todas las radios mundiales con
algunas de las canciones de su disco “Love At first Sting”, sobre todo con la balada
“Still Loving You”. Est@s chic@s descubrían los sabores agridulces de la
libertad a través de su música. Estaban unid@s como una piña y recibían
reproches y castigos tanto en casa como en la escuela, pero a ell@s les daba
igual, es más, se agrandaban con todo esto. El tiempo pasó, algun@s se quedaron
en el camino, otr@s abandonaron la senda del Rock y much@s crecieron entre las
garras de esa música que tantos momentos agradables, terribles, alucinantes o
crueles les daba. Algun@s tuvieron hij@s a los que pusieron a nadar en las
turbias aguas de este mundo utilizando el mismo flotador que años atrás ell@s
mism@s habían usado, el R&R. Llegó un día en que consiguieron llevarl@s a
ver conciertos de aquellos grupos con los que habían crecido y no tuvieron que
desplazarse a capitales de provincias cercanas o lejanas, ni siquiera a la
mismísima capital del Estado. Se levantaron una mañana, un@s fueron al trabajo,
l@s que lo tenían, otr@s a sus clases y algun@s siguieron con sus jornadas de
vacaciones, pero después de la siesta de un calurosísimo día de Julio marcharon
junt@s a la capital de su región para divertirse en perfecta unión y armonía
con tres de aquellas bandas que conocían desde siempre. Y rieron, saltaron,
gritaron, cantaron, se abrazaron, besaron, bebieron, fumaron y tod@s acabaron
content@s por haber compartido unas horas de sus vidas. Si con dieciséis años,
cuando recibía reproches por mis pintas y se escandalizaban porque escuchaba mi
música a todo volumen, me hubieran dicho que treinta y pico años después iba a
ver anunciado un concierto de Scorpions en el pequeño pueblo donde nací le
hubiera dicho al, o la, que fuera que dejase de fumar tanto porque se puede
fantasear, pero no hasta ciertos límites. La cuestión es que los sueños no
entienden de fronteras y, a veces, las fantasías se hacen realidad, como bien
dice la canción de Scorpions.
Pues bien, eso fue lo que ocurrió el pasado 14 de Julio en
Mérida, hicimos realidad una fantasía viviendo un concierto que much@s daban
por imposible. Todo comenzó con el pequeño caos que nos encontramos al llegar
hasta dar con la zona de aparcamientos para l@s que teníamos entrada de pista.
Accedimos al recinto del Albegue “El Prado” sin demasiadas dificultades y
comenzó la cascada de saludos que se haría interminable hasta que nos volvimos
a montar en los coches que nos traerían de vuelta. Así fue como vi a los
locales Bucéfalo, banda mítica del Rock extremeño no sólo por cantar en castúo
sino también por llevar en esto la friolera de 35 años largos. Tuvieron el peor
sonido de la tarde-noche, pero lo supieron suplantar con esa ristra de temas
conocidos por la mayoría de l@s asistentes, entre los que destacaría “Sr.
Juez”, “Modelnos” o la versión de Asfalto, “Rocinante”. No es que no hubiera
querido prestarles más atención, es que era imposible hacerlo ante tanta peña
que te saludaba, te preguntaba por tu vida o se alegraba de verte, yo también
hice lo propio con aquell@s que se acercaron. Lo que puedo decir es que, a
pesar de empezar un poco lentos, fueron subiendo la temperatura de su actuación
hasta conseguir conectar con l@s presentes. Sea como fuere, fue todo un subidón
tener a Bucéfalo como parte del cartel de una de las tardes más inolvidables de
mi vida. ¡Gracias por seguir ahí dándolo todo después de tantos años!
Poco antes de las nueve de la noche tomaron las tablas los
andaluces Medina Azahara enganchando parte de uno de sus clásicos como es
“Necesito respirar” con otro tema que se está convirtiendo en indispensable en
sus conciertos, “Aprendimos A Vivir”. Con sólo esto nos tenían en el bote. Sé
que Medina son de esos grupos o muy odiados o muy queridos, yo me encuentro
entre l@s últim@s respecto a estas sensaciones, pero hay que reconocer que lo
del viernes pasado fue un concierto de alto voltaje. Excepto el batería, por
razones lógicas, Nacho Santiago, los demás componentes de la banda no pararon
en ningún momento. A los temas de su último trabajo, “Paraíso Prohibido”,
añadieron algunos míticos como “Niños” o “Córdoba”. Se nota que llevan mucho
tiempo en ésto y también se nota la fuerza que les ha dado esa base rítmica
compuesta por el mencionado Nacho Santiago y el bajista Juanjo Cobacho, todo un
showman a las cuatro cuerdas. Nos volaron la cabeza con momentos como el vivido
durante “Palabras De Libertad” mientras Manuel Ibáñez recorría por enésima vez
el escenario con su teclado portátil al hombro. Ofreciendo temas de la altura
de “No Quiero Pensar En Ese Amor” consiguen poner a todo dios a saltar y
cantar. Paco Ventura sigue siendo uno de los mejores hachas del Estado y el
cantante Manuel Martínez tiene tanto a sus espaldas que es todo un animal de
los escenarios. Otro de los grandes instantes fue cuando homenajearon a ese
gran grupo conocido como Triana con la interpretación de dos de sus clásicos,
“El Lago” y “Abre La Puerta”. Entre el calor que hacía y la sudada que nos
estábamos metiendo con los cordobeses nos encontramos de frente con “Todo Tiene
Su Fin” que cantamos a grito pelao hasta desgañitarnos. Vuelta al principio
para tocar, esta vez sí, entera “Necesito Respirar” que alargaron hasta la
saciedad para que el público corease a solas el estribillo y nos dijeron adiós
de manera repentina. Se quedaron en el tintero clasicazos de la altura de
“Paseando Por La Mezquita” algo un poco imperdonable por su parte, pero nos
ofrecieron un show intenso que deja por los suelos a muchas de las bandas
internacionales que pasan por estos lares. Es lo de siempre, preferimos a
cualquier grupo perdido del más allá antes que lo que tenemos aquí. El día que
esa sensación cambie será un tremendo avance para nuestro Rock. Grandes,
entregados y profesionales Medina Azahara. Os he visto tres veces en los
últimos cuatro años y me habéis encantado. ¡A seguir así!
¿Nervios? No, qué va. ¡Más que nervios! El rato que tuvimos
delante ese enorme telón que ocultaba el escenario de los germanos se nos hizo
eterno. Cayó el enorme trozo de tela y comenzó una intro basada en imágenes de
helicópteros sobrevolando las ruinas de una ciudad que dio paso al pistoletazo
de salida con “Going Out With A Band”, de su último redondo “Return To
Forever”. La fantasía se hizo totalmente realidad escuchando en Mérida “Make It
Real”. Sudar ya era poco, pero daba totalmente igual porque habíamos venido a
esto y mucho más. Tuvimos la suerte de pillar un lugar en la parte derecha del
escenario, justo debajo de la pantalla y en frente del guitarra Matthias Jabs,
un lujazo. Pero ahí no quedó la cosa, “Bad Boys Running Wild” pegada a “The
Zoo” demostraban por qué Scorpions están donde están, porque son una banda que
se lo han currado a lo largo y ancho del planeta durante décadas. Me sigue
pareciendo increíble que una canción instrumental como “Coast To Coast” ponga a
cantar, mientras Meine no paraba de repartir baquetas entre el personal, a las
más de diez mil personas que estábamos esa noche en Mérida. Lo sigo diciendo,
pocos grupos consiguen esto. De aquí pasaron a uno de los momentos en los que
la peña se queda más fría, yo no formo parte de esa frialdad, pues encontrarte
de frente con ese medley de cortes tan sublimes como “Top Of The Bill”,
“Steamrock Fever”, “Speedy´s Coming” y “Catch Your Train” me llevan a tiempos
en los que su antiguo guitarra, Uli Jon Roth, repartía intensidad y entrega a
partes iguales. Entiendo que mucha gente desconozca esa etapa de los alemanes,
pero, para mí, es igual de importante que la que vino después con Matthias
Jabs.
Si aquello se había venido abajo no tardaron en ponerlo patas
arriba de nuevo con otro de los temas que se están convirtiendo en
imprescindible en su setlist, “We Built This House”. Para que pudiéramos
cantarla fueron proyectando la letra del tema en la pantalla del fondo del
escenario, otra cosa es que consiguiéramos hacerlo bien y a la velocidad que
va. Nueva instrumental, “Delicate Dance”, para que el guitarra de la gorra se
luzca bien apoyado a las seis cuerdas por ese otro guitarra que llevo viendo
aparecer en escena y del que no consigo saber quién es. Cuando se va a un
concierto de Scorpions se es consciente de que el momento baladas llegará tarde
o temprano y de que será uno de los instantes álgidos del show. Eso fue lo que
ocurrió con el segundo medley de la noche a cargo de “Always Somewhere”, “Eye
Of The Storm” y la esperadísima y coreada, yo abrazado a mi novio por primera
vez en la noche, “Send Me An Angel”, tres temazos como la copa de mil pinos.
Pero si con estos no teníamos suficiente, yo con Scorpions nunca lo tengo, toma
un poco más de traca con “Wind Of Change”, con la que estoy seguro de que
pusieron de punta los pelos de mucho de más de la mitad de l@s que estábamos
allí. Esos silbidos, esa letra y esa interpretación te llega a lo más profundo
de tu ser. Pero Scorpions han demostrado sobradamente que nunca han vivido de las
baladitas y medios tiempos, algo por lo que se hicieron famosos, y lo
evidenciaron con creces con la tremenda "Rock & Roll Band", no veas que caña ésta en directo, increíble, y “Can´t Get Enough” para devolvernos a la sudada que
nos envolvió durante todo su concierto.
Llegó una de los momentos más entrañables del show con el
solo de batería de Mikkey Dee y la interpretación del “Overkill” de Motörhead.
Todo un recuerdo al que fuera bajista de la banda británica y uno de los
grandes iconos del género. Pocas veces he visto a Scorpions interpretar en
directo una versión de otro grupo, pero ver las imágenes de Lemmy en la
pantalla mientras nos rompían los oídos con este tema fue algo mágico. Entiendo
que much@s de l@s presentes se quedaran fri@s con esto, pero para otr@s much@s fue sobresaliente. Vuelta a lo suyo con “Blackout”, donde Rudolf salió con
su guitarra humeante, sin tenedores ni vendas, y la peña de nuevo enloquecida.
Ellos saben perfectamente cómo mantener esa intensidad, no se cortan y atacan
con otro de sus temas míticos, “Big City Nights”. Mérida no es que sea una gran
ciudad, pero esa noche se convirtió en el centro vital de tod@s nosotr@s.
Primera despedida antes de los bises mientras la gente pedía más, necesitábamos
mucho más.
Regreso con “Coming Home”, otro de sus temas clásicos al que
unieron la esperadísima “Still Loving You” para que pudiéramos sentirla
abrazados a la persona que amamos, aquell@s que la tengan. Este es uno de los
temas con los que mi mente rebobina a cien por hora. Son tantas las sensaciones
que me produce que necesitaría un artículo igual de largo que éste para
expresarlas. Mejor me las sigo quedando en mi interior no vaya a ser que salgan
fuera de golpe y se evaporen para siempre, eso sería una gran tristeza. Cuando
comienza a sonar ese cañonazo titulado “Rock You Like A Hurricane” sí que la
tristeza empieza a hacernos mella porque entendemos, como así fue, que aquello
llegaba a su fin.
Por mí podrían haber estado tocando otras dos horas más,
temas tienen para ello. La subida de adrenalina que llevaba encima tardará en
salir unos cuantos días. Puede que no haya sido el mejor concierto de Scorpions
que haya visto, tampoco ha sido el peor porque ninguna de las cinco veces que
los he visto se pueden clasificar malamente, pero estuvieron muy por encima de
las expectativas. Si a eso le añades el tenerlos al lado de casa, rodeado de tu
gente y peña que no ves hace mil, el resultado es brutal. Puedo decir que
tardamos casi otra hora en llegar al coche simplemente porque la noche acabó
como empezó, saludando a éste y aquella, a éstas y aquellos, y disfrutando por
haber compartido una noche espléndida en tan extraordinario festival. Espero que la
organización haya quedado satisfecha y siga apostando por un día de puro Rock
entre sus jornadas. ¡¡Scorpions… we love you!!