lunes, 17 de julio de 2017

Scorpions - Medina Azahara Y Bucéfalo En Mérida








Érase una vez una pandilla de chic@s entre catorce y dieciocho años que flipaban con una música conocida por los contornos como Heavy Metal. Iban al colegio o al instituto con sus incipientes melenas, mallas, pantalones vaqueros ajustados y alguna de las pocas camisetas de sus bandas preferidas que podían obtener por correo a través de una tiendo llamada “Discoplay”. L@s que no podían acceder a esas camisetas se enfundaban en una negra que levantaba la ira de sus progenitores, vecin@s y profesores varios. Entre aquellos grupos que les volvían loc@s estaba uno que precedía de Alemania y que estaban reventando las listas de éxitos de todas las radios mundiales con algunas de las canciones de su disco “Love At first Sting”, sobre todo con la balada “Still Loving You”. Est@s chic@s descubrían los sabores agridulces de la libertad a través de su música. Estaban unid@s como una piña y recibían reproches y castigos tanto en casa como en la escuela, pero a ell@s les daba igual, es más, se agrandaban con todo esto. El tiempo pasó, algun@s se quedaron en el camino, otr@s abandonaron la senda del Rock y much@s crecieron entre las garras de esa música que tantos momentos agradables, terribles, alucinantes o crueles les daba. Algun@s tuvieron hij@s a los que pusieron a nadar en las turbias aguas de este mundo utilizando el mismo flotador que años atrás ell@s mism@s habían usado, el R&R. Llegó un día en que consiguieron llevarl@s a ver conciertos de aquellos grupos con los que habían crecido y no tuvieron que desplazarse a capitales de provincias cercanas o lejanas, ni siquiera a la mismísima capital del Estado. Se levantaron una mañana, un@s fueron al trabajo, l@s que lo tenían, otr@s a sus clases y algun@s siguieron con sus jornadas de vacaciones, pero después de la siesta de un calurosísimo día de Julio marcharon junt@s a la capital de su región para divertirse en perfecta unión y armonía con tres de aquellas bandas que conocían desde siempre. Y rieron, saltaron, gritaron, cantaron, se abrazaron, besaron, bebieron, fumaron y tod@s acabaron content@s por haber compartido unas horas de sus vidas. Si con dieciséis años, cuando recibía reproches por mis pintas y se escandalizaban porque escuchaba mi música a todo volumen, me hubieran dicho que treinta y pico años después iba a ver anunciado un concierto de Scorpions en el pequeño pueblo donde nací le hubiera dicho al, o la, que fuera que dejase de fumar tanto porque se puede fantasear, pero no hasta ciertos límites. La cuestión es que los sueños no entienden de fronteras y, a veces, las fantasías se hacen realidad, como bien dice la canción de Scorpions.






Pues bien, eso fue lo que ocurrió el pasado 14 de Julio en Mérida, hicimos realidad una fantasía viviendo un concierto que much@s daban por imposible. Todo comenzó con el pequeño caos que nos encontramos al llegar hasta dar con la zona de aparcamientos para l@s que teníamos entrada de pista. Accedimos al recinto del Albegue “El Prado” sin demasiadas dificultades y comenzó la cascada de saludos que se haría interminable hasta que nos volvimos a montar en los coches que nos traerían de vuelta. Así fue como vi a los locales Bucéfalo, banda mítica del Rock extremeño no sólo por cantar en castúo sino también por llevar en esto la friolera de 35 años largos. Tuvieron el peor sonido de la tarde-noche, pero lo supieron suplantar con esa ristra de temas conocidos por la mayoría de l@s asistentes, entre los que destacaría “Sr. Juez”, “Modelnos” o la versión de Asfalto, “Rocinante”. No es que no hubiera querido prestarles más atención, es que era imposible hacerlo ante tanta peña que te saludaba, te preguntaba por tu vida o se alegraba de verte, yo también hice lo propio con aquell@s que se acercaron. Lo que puedo decir es que, a pesar de empezar un poco lentos, fueron subiendo la temperatura de su actuación hasta conseguir conectar con l@s presentes. Sea como fuere, fue todo un subidón tener a Bucéfalo como parte del cartel de una de las tardes más inolvidables de mi vida. ¡Gracias por seguir ahí dándolo todo después de tantos años!








Poco antes de las nueve de la noche tomaron las tablas los andaluces Medina Azahara enganchando parte de uno de sus clásicos como es “Necesito respirar” con otro tema que se está convirtiendo en indispensable en sus conciertos, “Aprendimos A Vivir”. Con sólo esto nos tenían en el bote. Sé que Medina son de esos grupos o muy odiados o muy queridos, yo me encuentro entre l@s últim@s respecto a estas sensaciones, pero hay que reconocer que lo del viernes pasado fue un concierto de alto voltaje. Excepto el batería, por razones lógicas, Nacho Santiago, los demás componentes de la banda no pararon en ningún momento. A los temas de su último trabajo, “Paraíso Prohibido”, añadieron algunos míticos como “Niños” o “Córdoba”. Se nota que llevan mucho tiempo en ésto y también se nota la fuerza que les ha dado esa base rítmica compuesta por el mencionado Nacho Santiago y el bajista Juanjo Cobacho, todo un showman a las cuatro cuerdas. Nos volaron la cabeza con momentos como el vivido durante “Palabras De Libertad” mientras Manuel Ibáñez recorría por enésima vez el escenario con su teclado portátil al hombro. Ofreciendo temas de la altura de “No Quiero Pensar En Ese Amor” consiguen poner a todo dios a saltar y cantar. Paco Ventura sigue siendo uno de los mejores hachas del Estado y el cantante Manuel Martínez tiene tanto a sus espaldas que es todo un animal de los escenarios. Otro de los grandes instantes fue cuando homenajearon a ese gran grupo conocido como Triana con la interpretación de dos de sus clásicos, “El Lago” y “Abre La Puerta”. Entre el calor que hacía y la sudada que nos estábamos metiendo con los cordobeses nos encontramos de frente con “Todo Tiene Su Fin” que cantamos a grito pelao hasta desgañitarnos. Vuelta al principio para tocar, esta vez sí, entera “Necesito Respirar” que alargaron hasta la saciedad para que el público corease a solas el estribillo y nos dijeron adiós de manera repentina. Se quedaron en el tintero clasicazos de la altura de “Paseando Por La Mezquita” algo un poco imperdonable por su parte, pero nos ofrecieron un show intenso que deja por los suelos a muchas de las bandas internacionales que pasan por estos lares. Es lo de siempre, preferimos a cualquier grupo perdido del más allá antes que lo que tenemos aquí. El día que esa sensación cambie será un tremendo avance para nuestro Rock. Grandes, entregados y profesionales Medina Azahara. Os he visto tres veces en los últimos cuatro años y me habéis encantado. ¡A seguir así!







¿Nervios? No, qué va. ¡Más que nervios! El rato que tuvimos delante ese enorme telón que ocultaba el escenario de los germanos se nos hizo eterno. Cayó el enorme trozo de tela y comenzó una intro basada en imágenes de helicópteros sobrevolando las ruinas de una ciudad que dio paso al pistoletazo de salida con “Going Out With A Band”, de su último redondo “Return To Forever”. La fantasía se hizo totalmente realidad escuchando en Mérida “Make It Real”. Sudar ya era poco, pero daba totalmente igual porque habíamos venido a esto y mucho más. Tuvimos la suerte de pillar un lugar en la parte derecha del escenario, justo debajo de la pantalla y en frente del guitarra Matthias Jabs, un lujazo. Pero ahí no quedó la cosa, “Bad Boys Running Wild” pegada a “The Zoo” demostraban por qué Scorpions están donde están, porque son una banda que se lo han currado a lo largo y ancho del planeta durante décadas. Me sigue pareciendo increíble que una canción instrumental como “Coast To Coast” ponga a cantar, mientras Meine no paraba de repartir baquetas entre el personal, a las más de diez mil personas que estábamos esa noche en Mérida. Lo sigo diciendo, pocos grupos consiguen esto. De aquí pasaron a uno de los momentos en los que la peña se queda más fría, yo no formo parte de esa frialdad, pues encontrarte de frente con ese medley de cortes tan sublimes como “Top Of The Bill”, “Steamrock Fever”, “Speedy´s Coming” y “Catch Your Train” me llevan a tiempos en los que su antiguo guitarra, Uli Jon Roth, repartía intensidad y entrega a partes iguales. Entiendo que mucha gente desconozca esa etapa de los alemanes, pero, para mí, es igual de importante que la que vino después con Matthias Jabs.







Si aquello se había venido abajo no tardaron en ponerlo patas arriba de nuevo con otro de los temas que se están convirtiendo en imprescindible en su setlist, “We Built This House”. Para que pudiéramos cantarla fueron proyectando la letra del tema en la pantalla del fondo del escenario, otra cosa es que consiguiéramos hacerlo bien y a la velocidad que va. Nueva instrumental, “Delicate Dance”, para que el guitarra de la gorra se luzca bien apoyado a las seis cuerdas por ese otro guitarra que llevo viendo aparecer en escena y del que no consigo saber quién es. Cuando se va a un concierto de Scorpions se es consciente de que el momento baladas llegará tarde o temprano y de que será uno de los instantes álgidos del show. Eso fue lo que ocurrió con el segundo medley de la noche a cargo de “Always Somewhere”, “Eye Of The Storm” y la esperadísima y coreada, yo abrazado a mi novio por primera vez en la noche, “Send Me An Angel”, tres temazos como la copa de mil pinos. Pero si con estos no teníamos suficiente, yo con Scorpions nunca lo tengo, toma un poco más de traca con “Wind Of Change”, con la que estoy seguro de que pusieron de punta los pelos de mucho de más de la mitad de l@s que estábamos allí. Esos silbidos, esa letra y esa interpretación te llega a lo más profundo de tu ser. Pero Scorpions han demostrado sobradamente que nunca han vivido de las baladitas y medios tiempos, algo por lo que se hicieron famosos, y lo evidenciaron con creces con la tremenda "Rock & Roll Band", no veas que caña ésta en directo, increíble, y “Can´t Get Enough” para devolvernos a la sudada que nos envolvió durante todo su concierto.







Llegó una de los momentos más entrañables del show con el solo de batería de Mikkey Dee y la interpretación del “Overkill” de Motörhead. Todo un recuerdo al que fuera bajista de la banda británica y uno de los grandes iconos del género. Pocas veces he visto a Scorpions interpretar en directo una versión de otro grupo, pero ver las imágenes de Lemmy en la pantalla mientras nos rompían los oídos con este tema fue algo mágico. Entiendo que much@s de l@s presentes se quedaran fri@s con esto, pero para otr@s much@s fue sobresaliente. Vuelta a lo suyo con “Blackout”, donde Rudolf salió con su guitarra humeante, sin tenedores ni vendas, y la peña de nuevo enloquecida. Ellos saben perfectamente cómo mantener esa intensidad, no se cortan y atacan con otro de sus temas míticos, “Big City Nights”. Mérida no es que sea una gran ciudad, pero esa noche se convirtió en el centro vital de tod@s nosotr@s. Primera despedida antes de los bises mientras la gente pedía más, necesitábamos mucho más.






Regreso con “Coming Home”, otro de sus temas clásicos al que unieron la esperadísima “Still Loving You” para que pudiéramos sentirla abrazados a la persona que amamos, aquell@s que la tengan. Este es uno de los temas con los que mi mente rebobina a cien por hora. Son tantas las sensaciones que me produce que necesitaría un artículo igual de largo que éste para expresarlas. Mejor me las sigo quedando en mi interior no vaya a ser que salgan fuera de golpe y se evaporen para siempre, eso sería una gran tristeza. Cuando comienza a sonar ese cañonazo titulado “Rock You Like A Hurricane” sí que la tristeza empieza a hacernos mella porque entendemos, como así fue, que aquello llegaba a su fin.






Por mí podrían haber estado tocando otras dos horas más, temas tienen para ello. La subida de adrenalina que llevaba encima tardará en salir unos cuantos días. Puede que no haya sido el mejor concierto de Scorpions que haya visto, tampoco ha sido el peor porque ninguna de las cinco veces que los he visto se pueden clasificar malamente, pero estuvieron muy por encima de las expectativas. Si a eso le añades el tenerlos al lado de casa, rodeado de tu gente y peña que no ves hace mil, el resultado es brutal. Puedo decir que tardamos casi otra hora en llegar al coche simplemente porque la noche acabó como empezó, saludando a éste y aquella, a éstas y aquellos, y disfrutando por haber compartido una noche espléndida en tan extraordinario festival. Espero que la organización haya quedado satisfecha y siga apostando por un día de puro Rock entre sus jornadas. ¡¡Scorpions… we love you!!


lunes, 10 de julio de 2017

Foo Fighters, Madrid 2017








¿Habéis ido alguna vez a un festival a ver a una banda solamente y luego os habéis largado? Bueno, pues en eso se puede resumir mi asistencia al Mad Cool. Lo de tener amigos hasta en el infierno es algo que se puede aplicar a cómo empezó la tarde del jueves, 6 de Julio, en la capital del Estado. Sí que es verdad que Miguel es algo más que un colega para mí, pero que dé la casualidad que sea del mismo barrio donde se celebraba el evento, San Fermín, fue algo que nos libró del tremendo chaparrón que cayó horas antes del concierto de los norteamericanos. Llegaríamos a los alrededores del recinto pasadas las seis de la tarde y, tras empaparnos casi por completo en los poco más de quinientos metros que separan la boca de metro de la casa de mi colega, pudimos hacer tiempo bajo su techo mientras nos contábamos nuestras novedades con un licor de café sobre la mesa. A eso de las ocho, y viendo que la lluvia había cesado, nos pusimos en marcha hacia la Caja Mágica. La primera sorpresa positiva de la jornada fue el encontrarnos con alguien que vendía una pulsera de acceso porque iba con su hijo menor de ocho años y, según parece ser, los menores hasta esa edad entraban gratis. Accedimos a comprarle la pulsera para Miguel y listos los tres para vivir una nueva jornada rockera.





Si la primera sorpresa fue positiva las que vendrían después hicieron caer dicha positividad hasta lo más hondo de lo negativo. No entiendo muy bien por qué tuvimos que hacer cola entre fango y vallas por el suelo, con las que buenamente impedimos hundirnos en el barro hasta las rodillas, para que nos colocaran la pulsera correspondiente a nuestra asistencia. No lo entiendo porque no servía nada más que para que la organización nos contabilizara como reses ya que una vez dentro no podías salir del espacio reservado al festival. Hubiera sido más fácil dejarnos entrar directamente con la entrada y punto, nos hubiéramos evitado una cola que, a mi parecer, era totalmente innecesaria. Una vez dentro, empezamos a darnos cuenta de qué va todo este rollo del Mad Cool. Esto no es otra cosa que una pandilla de pij@s vestidos como si fueran a una fiesta nocturna en uno de los clubes más elitistas de la ciudad.





Nada que ver con lo vivido quince días antes en el Download. Y sí, voy a comparar ambos festivales porque puedo hacerlo y, además, porque creo que merece la pena la comparación, así podéis haceros una idea de cómo cambia el cuento según que Caperucita lo protagonice. Si los puestos del Download eran los típicos de camisetas, chupas de cuero y parafernalia puramente rockera, aquí sobresalían los de gafas de  sol de marca, no creo que hicieran su Agosto con el día que salió, cremitas de maquillaje, ropa de diseño y variantes por el estilo. Sin mucha dilatación pasamos el puente que conecta esta zona de “tiendas” con el recinto en sí para dirigirnos hacia el escenario principal donde descargaría Foo Fighters. Mira que he visto excentricidades en festivales, pero lo de encontrarte una cola en el stand de una peluquería me pareció una extravagancia total. Pasarte dos horas para que te peinen mientras las bandas están dándolo todo en cualquiera de los cinco escenarios me parece hasta una falta de respeto hacia ellas, pero, bueno, hay que ser Cool para estar aquí y eso se consigue con este tipo de cosas. A esto le sumas un toro mecánico, una sección de camas elásticas, una barra exclusiva de vinos, ¿desde cuándo se sirve en cristal en un concierto?, una noria, más bien vacía, y un salón de maquillaje y tienes la oferta “alternativa” del asunto. 





Pillamos, y triunfamos, todo sea dicho, sitio con suficiente antelación para disfrutar de Grolh y compañía y llega la hora de ir al servicio. Qué queréis que os diga, puede que a l@s amantes del Rock nos lleven acusando desde hace décadas de guarros y demás lindezas, pero lo que había allí era un estercolero en toda regla. Si en el Download se respetaba a raja tabla lo del servicio de ellas y ellos, aquí eso no existía. Si en aquel teníamos seguridad para que la peña entrara por un lado de la rampa y saliera por el otro para, de este modo, agilizar el propósito de evacuar, aquí era una marabunta de gente sin control alguno p´arriba y p´abajo sin parar. Los meaderos de los tíos eran de esos tipos pesebres donde meábamos en fila de a cuatro y se llenaron hasta el borde al poco tiempo de ser utilizados. Ante esto… cuál fue la solución, evidentemente, utilizar los de ellas con el consabido problema añadido que tienen las chicas con las colas, tapas sucias de orín y demás lindezas sólidas. Y así fue cómo conseguí volver al lugar que habíamos elegido para ver a Foo Fighters, con la idea de que todo lo que me había parecido sobresaliente quince días antes, en el mismo lugar, ahora no alcanzaba ni el muy deficiente de l@s que pasamos por la E.G.B. en nuestra infancia.





El tema de que no funcionaran las pantallas, aparte de afear la actuación de Foo Fighters, se les pasa como accidente causado por la gran tormenta previa al concierto. Como música introductoria al concierto de los de Seattle sonaron los Judas Priest a todo trapo. Eso sí, viendo la reacción de la mayoría de l@s asistentes, poc@s se quedaron con ello, clara demostración del conocimiento musical de l@s mism@s. Lo primero que hizo el señor Grohl antes de ponernos a tope con “Everlong”, menudo comienzo, fue alegrarse de la buena noche que se había quedado e invitarnos a que mirásemos a la Luna. Una vez dicho esto… ¡Pum! Guitarrazo inicial de “Everlong” y tó p´adelante. Él es perro viejo y sabe que, con inicios como éste, al que sumaría “Monkey Wrench” y, la ya exitosa, “Learn To Fly”, nos tendría comiendo en sus manos. “Something From Nothing” es de esos temas que empiezan lentito y acaban haciéndote saltar por los aires. Sólo con estos cuatro cortes consiguieron que no se me quitara la sonrisa de la cara durante las dos horas que quedaban por delante. Llega el momento de otro de sus clásicos, “The Pretender”, que quedó algo deslucida con el estiramiento en tiempo que le dieron y primera parrafada de la noche a cargo de Dave, tuvo una cuantas. Después de tanta tralla, se tomaron un respiro, a nosotr@s también nos obligaron a ello, ralentizando, más aún, “Big Me” y enganchándola con uno de mis temas favoritos, “Congregation”.




“Walk”, ese tema donde parece que Dave se va a dejar la garganta, fue otro de los grandes momentos del recital con el que consiguieron que tod@s cantásemos como loc@s. A estas alturas del show te das cuenta de que el peso del mismo recae, cómo no podría ser, sobre el propio Grolh y el batería, Taylor Hawkins, un verdadero animal con las baquetas. No es que los demás miembros no pongan de su parte, pero la estoicidad del bajista Nate Mendel, cuya labor a las cuatro cuerdas es excelente, y del guitarra, que fuera cuarto integrante de Nirvana, Pat Smear, también forman parte del concierto. Eso fue lo que hizo Dave después de “Walk”, presentarnos uno a uno a los miembros de su banda. El otro guitarra, Chis Shiflett, se marcó un trocito del “Panamá” de Van Halen que pasó igual de desapercibido que la intro de Judas, mientras que, el nuevo reconocido como miembro oficial de la banda, el teclista Jami Raffee se ponía en plan bailongo recordándonos a los Bananarama y su “Venus”. Momento divertido que sirvió de antesala para “All My Life” a la que siguió “Times Like These”. El pequeño descanso que nos dieron con ésta última fue sólo un espejismo ante lo que se nos vendría encima empezando con otro de mis temas favoritos “These Days” que puso por enésima vez patas arriba la Caja Mágica. Como parece que le habían cogido el gusto a esto de ponernos a doscientos por hora, no se cortaron en continuar con otro de sus clásicos, “My Hero”, que se convertiría en advertencia sobre la ristra de cortes sin aliento que tendríamos que vivir de aquí al final del show.




“Skins And Bones” fue la encargada de poner un paréntesis ante tanta aceleración ayudada por la interpretación al acordeón del teclista, Jami Raffee. Vuelta a lo que tod@s estábamos pidiendo a gritos con nada menos que “White Limo” que, con esa tremenda y demencial entrada, movió al personal como si de uno solo se tratara, otro de los grandes momentos del concierto, sin duda. Parece que se habían quedado anclados en su trabajo “Wasting Light” con ésta y las dos siguientes, la explosiva “Arlandria” y la no menos ecléctica “Rope”, ambas con esos estribillos típicos de la banda y de ejecución más que notable. Vuelta al pasado con la baladita “Wheels” donde Dave nos pidió que encendiésemos los mecharos para acabar siendo iluminado por las miles de pantallas de otros tantos móviles. Llegó el momento de presentar su último single, antesala de su próximo redondo, “Run”, que fue bien recibido aunque, como es normal, con cierta frialdad, algo que suple fácilmente con la caña del final del mismo. Pulsamos de nuevo el botón de rebobinar con “This Is a Call”, transportándonos a los primeros tiempos del grupo, antes de despedirse, cómo no, con “Best Of You”. Supieron cerrar el círculo de igual forma que lo empezaron, creando una catarsis que sólo bandas como ellos son capaces de alcanzar. Ni bises, ni enredos, un verdadero adiós después de más cinco años sin pisar los escenarios de Madrid.





Acabado el concierto pude comprobar otra de las diferencias organizativas con respecto al Download. Al término del show de SOAD se abrió una salida en uno de los laterales del escenario principal, ubicado en el mismo sitio que el de Foo Fighters, para descongestionar la evacuación de la peña. Aquí nada de eso, tod@s como borreg@s hasta poder alcanzar el lejano puente de acceso. Hicimos tiempo viendo al grupo que actuaba en uno de los escenarios secundarios, que me parecieron la quinta reencarnación de los Joy Division con todas las diferencias que puedas añadirle, antes de dar por finalizada nuestra presencia en este Mad Cool. Al día siguiente llegó la tragedia con la muerte del acróbata Pedro Aunión y la consabida reacción de la organización.






Han pasado sólo unos días y ya se me está haciendo larga la espera para poder tenerlos delante de nuevo. Foo Fighters ya era una de mis bandas de cabecera de lo que va de siglo y, viendo y viviendo lo visto y vivido, va a seguir siéndolo. Ahora bien, me queda la duda de cómo sería verlos en un festival puramente rockero, cómo sería la reacción tanto de ellos como del público. ¿Se atreverían, tanto la organización como ellos mismos, a formar parte de un Hellfest, Resurrection o Rockfest? Estaría bien poder comprobarlo. Lo que me quedó claro después de lo poco que vi en este festival pijotera de chicas que te invitan a un trago advirtiéndote de que su mini no lleva M y cosas por el estilo, después nosotr@s somos los drogatas, pero, claro es que ell@s siempre han sido más finolis en este asunto, es que siguen pasando los años y no puedo, ni quiero, evitar gritar alto y claro: “¡¡Mi rollo es el Rock!!”