JUAN SIN TENOR
La única condición que puso a la hora de
concederme la entrevista fue que no apareciera ninguna foto de su rostro, algo
con lo que ya contaba. Viendo que le era fácil conseguir cualquier cosa con tal
de que yo sacara a la luz por primera vez quiénes eran y cómo actuaban los de
su, digamos, oficio, añadió dos más. Como segunda exigencia redujo el número de
preguntas a cuatro por ser su número de la suerte. ¡Vaya novedad! fue lo
primero que pensé al escucharla. Accedí a regañadientes porque, con esta
concesión, echaba por tierra todos estos meses de preparación, comeduras de
tarro y entradas y salidas de cuestiones rebuscadas que pasaron por mi cabeza
desde el momento que decidí que o conseguía una exclusiva de esta altura o
mejor pasarme a las encuestas de los Ministerios. Lo que realmente me
sorprendió es que me exigiera que apareciera su nombre como Juan, en relación
al más famoso amante de nuestra literatura. Me sorprendió y me indignó pues con
ello me puso sobre aviso de hasta donde podía llegar su cinismo y arrogancia.
- - ¿Desde cuándo te dedicas a esto a lo que vosotros llamáis
“relaciones públicas”? - Primer asalto directo a la yugular. No era cuestión de
desperdiciar interrogantes.
- - No lo recuerdo con exactitud. A veces pienso que siempre
me he dedicado a esto. – Con estas palabras comenzó su periplo ante mi
micrófono - De pequeño siempre me sentía atraído de manera enfermiza por las
luces y los escándalos que se formaban en un lugar parecido a este que había a
las afueras de mi ciudad, no lejos de donde yo vivía. Pululaba por sus
alrededores las noches que mis padres no paraban de discutir, que eran casi
todas, observando desde mi escondite que yo creía secreto. Todo fue bien hasta
que el portero grandullón de aquel antro me pilló por la espalda y me levantó
metro y medio del suelo. “Los mirones también pagan así que una de dos, o
sueltas la pasta, te cobraría sólo de dos meses para acá, por si te creías que
te acabo de ver ahora por primera vez, o el dinero lo generas tú”. Como ves mi
entrada en este mundo es parecida a la tuya, a base de condiciones. De eso
puede que hayan pasado unos quince años, si quieres puedes poner dieciséis. Te
doy a elegir el número, así te devuelvo el favor que me haces tú con la
cantidad de preguntas.
Socarrón,
engreído, vanidoso y no sé hasta cuantos adjetivos más, algunos dejaban a estos
a la altura del betún, atravesaron mi mente antes del segundo asalto.
- - ¿Piensas que tu trabajo es tan digno como cualquier otro?
- Con esta frunció el ceño un instante
aunque supo cambiar con rapidez de aspecto.
- - Vivimos en un mundo de consumo. No he sido yo el que ha
inventado las reglas, es más, si nosotros nos realizáramos esta tarea se podría
decir que sería incluso peor. Si tú me pides algo a cambio de dinero yo
intentaré conseguírtelo con rapidez y calidad si quiero hacerme con ese dinero.
Si a eso le sumas que durante este trayecto yo me lo paso en grande porque
tengo lujos, sexo gratis y cambiante cada dos o tres semanas y conozco lugares
remotos que jamás habría imaginado me alegro de dedicarme a esto. Soy bueno,
estoy entre los mejores, juego en la Champion del sector. ¿Qué más puedo pedir?
– Viendo que con esto no contestaba exactamente a mi pregunta se atrevió a
soltarme: mi profesión es tan digna como la de cualquier hombre de negocios. Yo,
al igual que esos señores, no estoy aquí para limpiar mierda, estoy para
ofrecer lo que se me pide a cambio de una cantidad estipulada. ¿O tú cuando
compras cierta ropa, joyas o un coche no sabes que fomentas una industria tan
corrupta como la nuestra?
- - Perdona, aquí el número de preguntas que tú me puedes
hacer aún no lo hemos negociado. Mientras la cosa siga así seré yo el que
interrogue. – Esto me dio una cierta autoridad que tan solo consiguió una
mirada de aprobación por mi agudeza por parte de, para vosotros, Juan - ¿En qué
consiste tu misión durante ese famoso y agradable trayecto al que te refieres
cuando hablas de conseguir tu parte en la transacción? - El hecho de utilizar
ciertos tecnicismos no pareció poner nervioso a Juan.
- - Yo sólo soy el intermediario entre el cliente exigente y
el verdadero dueño de esta empresa. No conozco ni a uno ni a otro y, puedo
asegurarte, que no me interesa conocer a ninguno de ellos. El cliente hace su
pedido a mi empresario. Este me da a mí las instrucciones con el lugar, las
características del producto y el tiempo de entrega y yo tengo que llevar a
cabo mi cometido si quiero cobrar. Siempre hay un plus por rapidez, como en las
entregas a domicilio. – De nuevo era
poco conciso y a mí, además se me agotaba la paciencia de igual manera que el
número de preguntas. Seguí un momento en silencio esperando que él continuara
dando detalles, algo que no sucedió.
- - ¿Me puedes comentar alguna de esas técnicas tuyas propias
que te hacen jugar en la Champions de este business? – Acorralado ante este
interrogante su faz pasó de seguridad a rabia para volver a la serenidad en
menos de un minuto.
Con lo que yo
nunca conté fue con su astucia. Grave error por mi parte ante personas de este
calibre. Haciendo como que pensaba con tranquilidad lo que me iba a contestar
consiguió que las chicas del local fueran apareciendo tomando sus posiciones en
el mismo. Se encendieron las luces, de dentro y fuera, los camareros ocuparon
sus sitios sin pestañear mientras las mujeres se acicalaban unas a otras antes
de comenzar su nueva jornada nocturna.
- - Lo siento, como ves, el negocio acaba de abrir y yo tengo
que empezar a trabajar al igual que mis compañeros y compañeras- Cómo alguien
puede utilizar ciertos términos sin quebrarse es algo que jamás he llegado a
comprender- Seguiremos con esta conversación en otro momento.
- - Pero tú me prometiste cuatro preguntas y esta es la
última. – Protesté con altanería.
- - Te digo que esto va a empezar a funcionar. Tu tiempo se
ha acabado. Métete tu puta pregunta por donde te quepa y mueve tu culo de esa
silla en cinco minutos si no quieres que te lo pateen. ¿Cómo te gusta más con
tacón de alfiler o una buena suela del 52 como la del negro de la puerta?- Con
esto dejó clara su posición, si es que alguna vez hubo duda con ella.
Salí por patas
de allí. Regresé todas las noches durante tres semanas. Me obligaron a consumir
sus productos mientras esperaba que Juan apareciera e hiciera el pago a mi
pregunta. Nunca los llegué a desembalar. Cansado y sin un duro para llegar al
final de mes, no volví más por aquel lugar. A veces sueño que Juan me responde.
Lo peor de todo son sus respuestas ya
que me aterroriza saber que mis sueños están muy por debajo de la realidad. Por
ahora, mi entrevista sigue coja mientras el mundo de las encuestas está cada
vez más cerca de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario