martes, 19 de mayo de 2015

Texto Mandrílico Mayo 2015

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Desde que abultaba poco más que un palmo de terreno Ruben insistió a sus padres pidiendo que le permitieran tener una mascota. Era un enamorado de los perros pero, evidentemente, si sus progenitores accedían a realizar su sueño poniendo a su alcance un gato, un conejo o un loro no se pondría como un mulo encabezándose con su deseo canino. Cumpleaños tras Navidades, Confirmación tras Comunión y Ferias del Pueblo tras Romería seguía dando la tabarra con la dichosa mascota sin obtener el más mínimo consuelo.

Su vida dio un vuelco cuando alguien le informó de un lugar, un inmenso paraíso donde tendría la oportunidad de hacerse con el compañero de fatigas que él deseara sin límite de razas, especies o procedencias. Como era de esperar, no tardó en entrar atravesando aquel impactante portal que le daba acceso al maravilloso anhelo tantas veces malogrado.

-    ¿Qué mascota deseas? - Ahora no podía traicionarse optando por una tortuga, un canario o un mapache.

-        Un perro - Contestó después de no sucumbir a la tentación.

-        ¿Qué raza te gustaría? - Difícil elección para alguien que llevaba tantos años rumiando la respuesta.

-     Un pastor alemán - Pensó que podría sonar muy típico pero con la peste de bulldogs franceses y yorkshires que había repartidos por ahí empezaba a ser algo inusual ver un ejemplar de estos.

-        ¿Edad? - Esta era más fácil.

-        Un mes - Contestó sin dilación. 

-      Ok, aquí lo tienes. Debes cuidar de él con esmero atendiendo sus horarios de comida, las salidas para hacer sus necesidades, deberás buscarle un compañero o compañeros de juegos y, una vez llegue el momento, una amiga un poco más cariñosa. ¿Entiende lo que se le pide? - Nada más estúpido que contestar a aquello.

-        Sí, lo entiendo.

-        Firme su petición aceptando las condiciones. -  Rubén hizo lo propio y salió de allí con su fiel amigo metido en el bolsillo.

Durante meses vio como Genghis, este fue el nombre asignado a su mascota germana, crecía sin parar. Le consiguió no uno ni dos sino un grupo de cerca de quince amigos perrunos con los que ir al monte, salir a pasear o retozar en las zonas reservadas a ellos en los parques. Trascurridos casi tres años aceptó la petición de boda con una estupenda perrita. Tuvieron una camada de seis cachorros que repartieron con celeridad entre amigos y amigas a los que conocían de antemano asegurándose de esta forma que estarían bien cuidados.

El último concierto de sus colegas del barrio no estuvo para nada bien pero el fiestón posterior fue apoteósico. No sólo consiguió enrollarse con Laura después de que esta no le hiciera ni caso durante el último verano, también presumió de lo lindo de ser él que más tiempo llevaba cuidando de Genghis, algo que disparó burlas y envidias en proporciones iguales. Lo malo es que el alcohol, el hachís y los recuerdos sexuales le sumieron en un sueño tan profundo que no logró enterarse de la señal del despertador para dar de comer a su perro, sacarlo al parque y asearlo como cada mañana. Tampoco se percató de la entrada de su madre en la habitación para recoger la ropa sucia y poner la colada semanal de los domingos.

Despertó con una sonrisa que acabó en brusca frustración y cabreo cuando, mirándose al espejo después de lavarse la cara, vio la silueta de sus vaqueros mareándose en el tambor de la lavadora. Paró la máquina violentamente sacando todas las prendas percatándose posteriormente lo que tanto temía. Su madre había metido sus pantalones sin mirar los bolsillos, maldita mala costumbre. De esta forma descubrió que no había sacado el móvil de la faltriquera, acto que llevó a Genghis a una despreciable muerte por ahogamiento.

Nunca más quiso tener una mascota, ni real ni virtual. Laura le dejó a las pocas semanas por estar más disgustado con la pérdida que alegre con su relación. Sus colegas del barrio se rieron más que nunca en su cara. Todos excepto Gabriel que acababa de convertirse de manera rápida y clandestina en el que más tiempo llevaba cuidando a su conejita Michi. De esta forma, y para recochineo, en la última de actuación de Magnates, la banda de sus amigos, estos salieron a escena con unas camisetas de colores llamativos luciendo el slogan: “Muerto el móvil se acabó la mascota”.

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