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Desde que abultaba poco más que un palmo
de terreno Ruben insistió a sus padres pidiendo que le permitieran tener una
mascota. Era un enamorado de los perros pero, evidentemente, si sus
progenitores accedían a realizar su sueño poniendo a su alcance un gato, un conejo
o un loro no se pondría como un mulo encabezándose con su deseo canino.
Cumpleaños tras Navidades, Confirmación tras Comunión y Ferias del Pueblo tras
Romería seguía dando la tabarra con la dichosa mascota sin obtener el más
mínimo consuelo.
Su vida dio un vuelco cuando alguien le
informó de un lugar, un inmenso paraíso donde tendría la oportunidad de hacerse
con el compañero de fatigas que él deseara sin límite de razas, especies o
procedencias. Como era de esperar, no tardó en entrar atravesando aquel
impactante portal que le daba acceso al maravilloso anhelo tantas veces
malogrado.
- ¿Qué mascota deseas? - Ahora no podía traicionarse optando
por una tortuga, un canario o un mapache.
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Un perro - Contestó después de no sucumbir a la
tentación.
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¿Qué raza te gustaría? - Difícil elección para alguien que
llevaba tantos años rumiando la respuesta.
- Un pastor alemán - Pensó que podría sonar muy típico pero
con la peste de bulldogs franceses y yorkshires que había repartidos por ahí
empezaba a ser algo inusual ver un ejemplar de estos.
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¿Edad? - Esta era más fácil.
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Un mes - Contestó sin dilación.
- Ok, aquí lo tienes. Debes cuidar de él con esmero atendiendo
sus horarios de comida, las salidas para hacer sus necesidades, deberás
buscarle un compañero o compañeros de juegos y, una vez llegue el momento, una
amiga un poco más cariñosa. ¿Entiende lo que se le pide? - Nada más estúpido
que contestar a aquello.
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Sí, lo entiendo.
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Firme su petición aceptando las condiciones. - Rubén hizo lo propio y salió de allí con su
fiel amigo metido en el bolsillo.
Durante meses vio como Genghis, este fue
el nombre asignado a su mascota germana, crecía sin parar. Le consiguió no uno
ni dos sino un grupo de cerca de quince amigos perrunos con los que ir al monte,
salir a pasear o retozar en las zonas reservadas a ellos en los parques.
Trascurridos casi tres años aceptó la petición de boda con una estupenda
perrita. Tuvieron una camada de seis cachorros que repartieron con celeridad
entre amigos y amigas a los que conocían de antemano asegurándose de esta forma
que estarían bien cuidados.
El último concierto de sus colegas del
barrio no estuvo para nada bien pero el fiestón posterior fue apoteósico. No
sólo consiguió enrollarse con Laura después de que esta no le hiciera ni caso
durante el último verano, también presumió de lo lindo de ser él que más tiempo
llevaba cuidando de Genghis, algo que disparó burlas y envidias en proporciones
iguales. Lo malo es que el alcohol, el hachís y los recuerdos sexuales le
sumieron en un sueño tan profundo que no logró enterarse de la señal del
despertador para dar de comer a su perro, sacarlo al parque y asearlo como cada
mañana. Tampoco se percató de la entrada de su madre en la habitación para
recoger la ropa sucia y poner la colada semanal de los domingos.
Despertó con una sonrisa que acabó en
brusca frustración y cabreo cuando, mirándose al espejo después de lavarse la
cara, vio la silueta de sus vaqueros mareándose en el tambor de la lavadora.
Paró la máquina violentamente sacando todas las prendas percatándose
posteriormente lo que tanto temía. Su madre había metido sus pantalones sin
mirar los bolsillos, maldita mala costumbre. De esta forma descubrió que no
había sacado el móvil de la faltriquera, acto que llevó a Genghis a una
despreciable muerte por ahogamiento.
Nunca más quiso tener una mascota, ni
real ni virtual. Laura le dejó a las pocas semanas por estar más disgustado con
la pérdida que alegre con su relación. Sus colegas del barrio se rieron más que
nunca en su cara. Todos excepto Gabriel que acababa de convertirse de manera
rápida y clandestina en el que más tiempo llevaba cuidando a su conejita Michi.
De esta forma, y para recochineo, en la última de actuación de Magnates, la
banda de sus amigos, estos salieron a escena con unas camisetas de colores
llamativos luciendo el slogan: “Muerto el móvil se acabó la mascota”.
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