Esta obra, con título de difícil
traducción al castellano es, sin duda, el momento culmen en la trayectoria del
autor norteamericano Howard Cruse. Comenzó su camino en el mundo de las viñetas
con “Barefootz” llegando al reconocimiento trabajando para la revista “Gay
Comix”. Después de esto crearía su personaje más conocido, Wendel, para “The
Advocate”, la publicación más famosa de EE.UU. destinada al público homosexual.
“Stuck Rubber Baby” fue la ganadora en 1996 del premio Eisner a la mejor Novela
Gráfica. También sería reconocida con el premio Harvey así como con el de la
crítica en el afamado festival francés de Angouleme o el de la mejor Novela
Gráfica en los premios Comics Art de Reino Unido, entre otros. Aquí recibió el premio
a la crítica en 2006. ¿A qué se debe tanto reconocimiento? Vamos a intentar
explicarlo más detenidamente.
Cruse nos adentra en los años
tumultuosos que se vivieron en U.S.A. en la década de los 60, durante la era
Kennedy, para ser más exactos. Todo los hechos suceden en Clayfield, una
comunidad sureña donde todo los establecido hasta ese momento está patas
arriba. Los enfrentamientos principales de esos tiempos fueron entre la
comunidad negra, que luchaba encarecidamente por sus derechos sociales, y lo
comunidad blanca, reacia a conceder dichos cambios, con el KKK al frente. Para afrontar
todos estos temas Howard crea a Toland Polk, personaje principal de esta
entramado. Toland se siente atraído desde pequeño por personas de su mismo sexo
pero ese ambiente hostil que le rodea le impide reconocer su condición de
homosexual. Después de quedarse huérfano y pasar una temporada viviendo con su
hermana y el reaccionario de su cuñado decide cambiar de aires y se irá a
compartir espacio con una amiga. Es aquí donde conocerá a Sammy que será quien
le adentre en el mundo de los suburbios gays de la ciudad.
Toland conoce a Ginger, una activista a
favor de la igualdad de derechos, a través de la cual se adentrará cada vez más
en dicho activismo. Ginger es una de las personas más importantes en la vida de
Toland de aquella época. Llegarán incluso a tener una relación de pareja a
través de la cual él intentará “curar” su homosexualidad con resultados, como
era de esperar, poco deseados. En el lado contrario tendremos al jefe de
policía de la ciudad, encargado de reprimir cualquier indicio subversivo que
ocurra en la misma, esto unido a las actuaciones del Klan y los artículos del
Pixie Patriot crean el caldo de cultivo donde flotarán todos y todas los
personajes de esta gran obra.
Pasan muchas cosas interesantes,
tiernas, crudas, desgarradoras o divertidas en este cómic que deberías conocer
mediante la lectura del mismo. Lo que sí destacaría es la manera de contarlas
de Cruse pues el arduo trabajo de entrelazar la lucha de los negros con la de
la comunidad gay, sin que parezcan en ningún momento independiente, le da un
valor añadido a la obra. Tendríamos que sumarle la manera de narrar los hechos
por parte de Howard. Dicha narrativa te lleva a estar pendiente de cualquiera
de los acontecimientos sin apenas parpadear. En el plano gráfico, el uso del
blanco y negro, del que siempre me he definido como un gran seguidor, y la distribución
de las viñetas en algunas de las páginas le dan un aspecto único a los
acontecimientos. Como a todo buen caldo no le podría faltar un toque especial
marca de la casa y ese no es otro que la banda sonora del cómic. Un elenco de
canciones tradicionales mezcladas con otras de autores de la época y algunas
con letras del propio Cruse hacen que estas páginas tengan sonoridad propia.
Destacable la preocupación del autor en
el epílogo acerca del público a quien le gustaría que fuera dirigido este
cómic. Mi propia reflexión me lleva a preguntarme si realmente la sociedad ha
avanzado en este tipo de luchas. En estos días de revueltas raciales en la
nación más poblada de Norteamérica, donde policías son absueltos por matar a sangre
fría a niños negros desarmados, en estos momentos donde ser gay en muchos
lugares del planeta significa acabar en la cárcel o encontrar la muerte, las
luchas son más necesarias que nunca. Aún siguen existiendo hombres y mujeres
que arriesgan su vida para que podamos vivir en un mundo más justo y eso
siempre merece un reconocimiento en obras como este “Stuck Rubber Baby”.
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