domingo, 7 de octubre de 2012

Miguel Fuster: 15 Años En La Calle











Quiero empezar esta crónica diciendo que hacía mucho tiempo que algo dentro de la expresión escrita no me impactaba tanto como esta obra de Miguel Fuster. Puede que mis letras sean demasiado atrevidas, pero para atrevimiento el suyo a la hora de reflejar las vivencias de sus últimos quince años en viñetas.



Durante las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado, qué raro me suena siempre esto, no le acabo de coger el truquillo, muchos de nuestros dibujantes de cómics trabajaron para editoriales foráneas  en aquello que se dio por llamar “trabajos de encargo”. Este tipo de actividad hizo que algunos de estos autores, así como ciertas editoriales estatales, pudieran tener una economía más desahogada, por llamarlo de alguna manera. Entre ellos se encontraba Miguel Fuster. Sin embargo, una vida llena de altibajos y circunstancias, la peor el incendio de su casa, hicieron que acabara malviviendo por las calles de la Barcelona que le había visto triunfar en otros momentos. Esto, sumado a su adicción al alcohol, le llevó a vivir una brutal experiencia que se ve reflejada en su obra “15 Años En La Calle”.



Dos son las cosas que han hecho que os esté hablando de este cómic. La primera, la sincerad y el arrojo con que Miguel aborda sus vivencias. La segunda, quizá la mejor para mí, el lenguaje que utiliza para ello.  Para alguien que se ha pasado, digamos, la quinta parte de su vida en la calle, entre bancos, basura, agresiones, alcohol, frío, calor y todo lo que esto conlleva, que intente y consiga rememorarlo debe ser de por sí una experiencia bastante dura. Si encima lo haces con una sinceridad aplastante y a base de confesiones sin intencionalidad alguna de compasión o caridad la cosa empieza a ponerse mucho más seria. Puede que todos hayamos escuchado miles de veces algún que otro testimonio de personas que estaban en su misma situación, pero cuando algo como esto sirve para salir de aquel maremoto que era su vida tiene mucho, pero que mucho mérito. Pasajes del cómic como “La Agresión” o “Alcohol” son de esas cosas que hacen que los pelos de la nuca se te ericen por mil razones. La obra no solo refleja momentos desgarradores, también rebosa humanidad por los cuatro costados, sobre todo cuando Fuster nos habla de las mujeres que viven en la calle.



Como dije antes, para todo esto Miguel utiliza un lenguaje seco y sincero lleno de reflexiones que nadie que no hubiera dado su vida por perdida varias veces durante su existencia podría ser capaz de plasmar en el papel. El uso de esos diálogos dentro de unas viñetas en un blanco y negro desgarrador con una impronta tan personal acaban por darle al cómic  un valor añadido. Unos  trazos duros y gruesos mezclados con finas  y alborotadas líneas llevan a sus dibujos a hablar  por sí solos.





Supongo que muchos pensaremos que estas experiencias que hayamos en “15 Años En La Calle” quedan muy lejos de nosotros. Siempre he creído que este tipo de reflexiones solo sirven para huir del vértigo que da saber que cualquiera, en cualquier momento de nuestras vidas, puede acabar como Miguel. Hay miles de posibilidades de que nos pase, pero ante ello lo único que hacemos es despreciar, sí, porque todos lo hemos hecho alguna vez, a aquellos y aquellas que se nos cruzan o acercan en cualquiera de las ciudades y pueblos del mundo sumidos en esas circunstancias. Los momentos que la vieja Europa está viviendo están llevando a muchas personas a la mendicidad, al alcoholismo o la drogadicción, a la miseria y  a vivir en la más fría y desolada de las calles. Ninguno estamos fuera de ese bombo, al revés. Así que un poquito de respeto porque, en el fondo, es lo que creo que pide el autor con esta obra para todos los caen en el abismo del asfalto, las heladas noches al raso y las posibles palizas tanto de desalmados como de mafias. Para terminar, felicitar a todas esas personas que de manera voluntaria se interesan por estas que no tienen nada más que unos cartones para dormir. Sin duda que con todas ellas estas experiencias se hacen más llevaderas, aunque sólo sea por unas horas con un caldo caliente en una gélida madrugada.


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