sábado, 1 de enero de 2011

Texto Mandrílico Enero

Aquí tenéis la cuarta entraga de este intrigante historia. Espero que os esté gustando. Ya queda menos para que sepáis cómo acaban las cosas para Foxi y sus amigos.

Los habitantes del pueblo consiguieron mantener a raya el fuego mientras un repentino cambio de la dirección del viento lo llevaba hacia las profundidades del bosque. Aún así perdieron la mayoría de la cosecha que se encontraban en las inmediaciones del mismo a lo que había que sumar el ganado aniquilado por las llamas. Todos llegaron a la conclusión de que había sido un castigo divino o bien alguna terrible maldición. Unos se decantaban por una cosa, los otros por la otra. No tardaron en salir de dudas cuando la jornalera viuda que se había asentado en la aldea hacía ya unos años entró como una loca en la iglesia gritando que había encontrado una pequeña cabaña a medio quemar en medio del bosque y que parecía haber alguien dentro pero que ella sola no se atrevía a entrar. Rápidamente el alcalde y el reverendo convocaron una partida para ir a inspeccionar el lugar. Veinte hombres de los más fuertes y aguerridos del pueblo se ofrecieron voluntarios para tal labor. Fueron bendecidos por uno y alentados por el otro. A la jornalera la obligaron a hacer de guía a pesar de su negativa con la amenaza de echarla del pueblo si no se prestaba a ello.

El paisaje era desolador. Miles de árboles quemados y otros tantos animales yacían carbonizados a cada paso que daban. Una mezcla de flama y humo hacía por momentos el aire irrespirable. Tardaron mucho más de lo previsto en llegar a la cabaña, para cuando consiguieron avistarla la noche estaba bastante avanzada. Ninguno de ellos se atrevía a traspasar la puerta por miedo a lo que se encontraría tras ella. Algún terrible demonio podía estar acechando en cualquier recoveco de aquel misterioso refugio. Sin contemplaciones obligaron a la viuda guía a hacerlo. Con el cuerpo temblándole como los juncos del pantano avanzaba la mujer sin tener opción a volverse para no encontrarse con los golpes de los hombres. Empujó la puerta con suavidad pero esta cedió de forma brusca desplomándose hacia dentro por completo. Con la antorcha en la mano empezó a mirar hacia todos lados hasta toparse con dos puntos relucientes que gruñían en la oscuridad de un rincón. Sin pensarlo salió corriendo de allí pero fue interceptada por el grupo de hombres que la interrogaron sin piedad. Ella gritaba que había un demonio dentro que aullaba y echaba espumarajos por la boca. A más de uno le corrió un miedo aterrador por todo el cuerpo pero con la arrogancia que da el grupo entraron con cuidado en tropel en la cabaña. Efectivamente había algo que gruñía en un rincón pero a la luz de las veinte antorchas comprobaron que se trataba de un zorro. Este se irguió en postura amenazante mientras a sus pies yacían una vieja y un joven. Sin ninguna contemplación uno de los hombres apuntó con su escopeta al raposo y disparó a quemarropa sobre él. El viejo animal pasó de inmediato a ser un amasijo de piel y sangre sin más. El ruido del disparo despertó a las dos personas, la mujer no paraba de gritar como una loca mientras se abrazaba al cuerpo sin vida del zorro. El joven se abalanzó sobre el grupo de hombres que lo tiraron al suelo y ataron con miles de nudos en pies y manos. La respuesta a los gritos de la mujer fue un terrible golpe que la dejó inconsciente. Arrastraron a los tres fuera de la cabaña, primero enseñaron el cuerpo destrozado del zorro a la viuda para que se convenciera de que lo que había visto no era ningún maldito diablo, a continuación sacaron al joven atado de pies y manos y una terrible confusión se apoderó de ella, por ultimó apareció el cuerpo en volandas casi inerte de la mujer. La jornalera empezó a gritar y salió corriendo hacia el pueblo sin que esta vez nadie la detuviera.

Cuando la partida llegó al pueblo las luces del alba aparecían por el horizonte. La voz que los anunciaba sonó por toda la aldea. De repente todos sin excepción salieron de sus casas. La muchedumbre gritaba sin parar, a ella mientras la escupían la llamaban bruja e hija del diablo y a él bastardo mal nacido y salvaje. Aparecieron el reverendo y el alcalde dispersando a la gente como podían. Se plantaron delante de ellos, los miraron de arriba abajo y con voz imponente el religioso ordenó que los encerraran en el viejo establo del enterrador hasta la tarde para ser juzgados.

De un empujón los metieron en la improvisada celda. El joven seguía atado mientras la mujer intentaba limpiarle con la paja del establo. El estaba absorto, ella no paraba de llorar en silencio. Al final él no pudo soportarlo más y comenzó a gritar insultos contra los habitantes del lugar. Marta le pidió que se tranquilizara, conocía perfectamente las habilidades de aquellos lugareños. No consiguió su propósito, de repente la puerta del establo se abrió y como un rayo un palo cayó sobre la cabeza de Neptuno dejándole más muerto que vivo. El carcelero levantó la estaca para atizar a la mujer pero antes que se diera cuenta esta se puso en pie mirándole a los ojos y por primera vez en su vida maldijo alguien. El hombre cerró la puerta sin atreverse a llevar a cabo su acción.

El atardecer caía cuando los sacaron del establo. A Neptuno lo llevaban atado a rastras agarrado por los hombros mientras que a ella la empujaban sin parar. Los pasearon por el pueblo dos veces antes de llevarlos ante el improvisado jurado presidido por el reverendo. Les acusaron de haber incendiado el bosque con la intención de llevar a la ruina a todos los habitantes del pueblo, de brujería y artes satánicas y de robar ganado. El joven permanecía inconsciente, lo tenían que tener atado a una silla para que no se derrumbara, mientras que a la mujer no la permitieron sentarse en ningún momento. El primer testigo fue un viejo campesino que aseguró haber visto varias veces al hombre rondando sus tierras, que nunca había dado noticias de ello porque él lo amenazó con matarlo si lo hacía. Le dijo que algún día lo quemaría todo porque las gentes de aquella aldea no le gustaban. Al preguntar el juez al joven si tenía algo que decir al respecto la respuesta fue nula pues el estado de este no le permitía ni siquiera saber que le estaban hablando. La mujer intentó interceder pero fue acallada con un guantazo severo seguido un a ti nadie te ha preguntado.

La siguiente en comparecer fue la viuda jornalera. Contó como había conocido años atrás a aquella mujer una noche a su paso por aquel pueblo. Dijo que esta se acercó a su carromato y a pesar de la dieron comida y agua, pues se encontraba en un estado lamentable, ella utilizó sus dotes de bruja para adormilar a toda su familia y robarle sus dos hijos gemelos. Que vio cómo se convertía en una terrible lechuza y volaba en medio de la noche con un niño agarrado en cada una de sus patas. Dijo que nunca más volvió a ver a sus pequeños a pesar de rezar todos los días por ellos, que si solo había uno con ella era porque seguro que el otro se lo había concedido al mismísimo Lucifer. Una vez terminó su relato le preguntaron a Marta si tenía algo que decir. Ella recordó el día que vino al pueblo a por pintura y todo lo acontecido después en el carromato de los jornaleros. Se defendió diciendo que no sabía de artes satánicas y que había criado a los dos niños con el mayor de los amores del mundo y que si el otro no estaba en ese momento con ellos era porque se había perdido durante el incendio. Fue la única mentira que dijo al tribunal.

Por último declaró uno de los jóvenes que habían formado parte de la partida diciendo que en los últimos meses había perdido o le habían matado unas diez ovejas y una vaca. Que las que encontró tenían el cuello desgarrado como si hubieran sido atacadas por una fiera. Que solo un verdadero demonio podía haber hecho algo así y que nunca dijo nada por temor a las represalias del mismo. Esta vez nadie pidió a los acusados que se defendieran. Dijeron que se retiraban durante un momento para ver cuál era su veredicto. Durante este periodo de tiempo Neptuno parecía volver en sí poco a poco, deliraba y no paraba de repetir el nombre de su hermano mientras impedían que ella se acercara a él. Todos los presentes gritaban que estaba rezando al diablo, que lo invocaba con un nombre extraño y sólo conocido por brujos como ellos. Ante tanto revuelo el jurado irrumpió de nuevo en la sala y sin más dilaciones acusó de muerte en la hoguera a los dos por satánicos y ladrones. La gente comenzó a aplaudir mientras que gritaban sin parar: “¡ A la hoguera con ellos. A la hoguera!”

Fueron conducidos de nuevo al establo mientras los aldeanos reían fuera y gritaban alabanzas a la purificación eterna del fuego. Neptuno había quedado en estado inconsciente de nuevo, ella miraba al joven, estaba más muerto que vivo y nunca pensó que se pudiera alegrar tanto por ello. Fueron sacados de la improvisada celda, a ella la desnudaron tirando como pudieron de su ropa, la subieron a la pira, la ataron a uno de los postes mientras colocaban, colgando por encima de su cabeza, el cadáver del viejo zorro. Al joven no se molestaron ni en desatarlo, lo ataron tal como estaba en el poste contiguo a la mujer. Una vez sujetos un silencio sepulcral se apoderó del lugar, a los pocos minutos el reverendo pidió a su dios que tuviese piedad de los acusados y que los acogiera en su seno. La mujer comenzó a gritar maldiciendo a todos los presentes con todo tipo de enfermedades y males. Antes de que el salvador de almas hubiera acabado de pedir piedad eterna por los reos el alcalde arrojo una antorcha a la pira y esta comenzó a arder como si se tratara de paja seca. Durante un momento todos se quedaron contemplando la escena enmudecidos. Al no poder soportar los gritos de dolor de la mujer corrieron a refugiarse en sus casas.

A lo lejos, en una pequeña isla, un joven contempla como una nueva hilera de humo se alza en la oscura noche. Cree oír los gritos de una mujer mientras ve como las cenizas se elevan en el cielo. Al comprender lo ocurrido se desgarra las ropas y se tira al mar pidiendo que este se lo trague para siempre.

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