viernes, 15 de octubre de 2010

Discos Pa Octubre



Mis primeras recomendaciones musicales para este otoño que acabamos de estrenar vienen de las manos de dos bandas míticas. Accept es, después de Scorpions, la banda más importante dentro del panorama del heavy alemán. En cuanto a la recomendación estatal me voy a parar en un disco, que sin ser novedad ya que salió el año pasado, me lleva a hablaros de una de las bandas con más carisma de toda nuestra historia musical, Asfalto.

Nunca negaré que Accept siempre ha sido una de mis bandas favoritas. Desde que escuché el irrepetible “Restless & Wild” me convertí en un acérrimo seguidor del grupo. Los he visto tres veces en directo, la 1ª, con 18 años, en el ya desaparecido Pabellón del Real Madrid junto a Dokken en un concierto que me marcó para siempre, la 2ª dentro del festival Gods Of Metal italiano, en Bolonia, y la 3ª en el Metalaway celebrado en Guernica en 2005. En las tres ocasiones estaba al frente de la banda su cantante original Udo Dirkschneider y digo “original” porque en este “Blood Of Nations” el tema de la voz corre a cargo de Mark Tornillo. Quizá este haya sido el notición del regreso de la banda, junto a la vuelta de Herman Frank, antiguo guitarrista de la misma. La cuestión es que, a mi parecer, este Mark Tornillo no lo hace nada mal. Está claro que ha sido elegido por tener una voz bastante parecida a Udo pero hay que decir que también aporta su toque personal a las canciones. La banda ofreció el puesto de cantante una y otra vez a su voceras original pero ante el rechazo continuo del mismo se decantaron por este otro. El señor Tornillo deja claro su valía en temas como “The Abyss”, “Beat The Bastards” o “Pandemic”, por seleccionar alguna de los cortes del disco, ya que este no tiene ningún desperdicio. El sonido de las guitarras vuelve a ser aquel tan característico de álbumes como “Balls To The Wall” o “Metal Heart”. Los coros siguen estando tan cuidados como antaño y, aunque nunca han sido su fuerte, la balada “Kill The Pain” nos demuestra que el grupo es capaz de deleitarnos tanto con buenos riffs como con este tipo de temas. Después del largo culebrón, con ciertas declaraciones cruzadas, algunas un poco duras, de si volvía o no Udo me parece que el trabajo es más que atractivo. El tiempo dirá si se convertirá en un disco clásico como otros de la banda y si el cantante Dirkschneider se pasó un poco de ego al creer que era irremplazable.

En cuanto a la parte estatal de recomendaciones me he parado en un disco doble, editado en el 2009, de una banda que marcó todo un camino a seguir en el rock de este país, Asfalto. Este “Al Fin Vivos”, grabado en el Pabellón Pilar Bardem, es, aunque parezca increíble, el primer trabajo en directo de la banda madrileña. Es indudable que Leño es el punto de partida del lo que se llamó Rock Urbano en este estado pero me atrevería a decir que el germen de todo esto está en Asfalto. Es la primera banda nacional en tocar en el Marquee londinense en 1978 siendo, a su vez, el grupo de donde surgió otra de las formaciones míticas de nuestro Rock, Topo. Temas suyos como “Capitán Trueno” o “Días De Escuela”, ambos también incluidos en este trabajo, forman parte de la banda sonora de varias generaciones de amantes de la música de este país. Julio Castejón siempre fue el alma mater de la formación. En este trabajo se rodea de Raúl Santana (guitarra, voz), Carlos Parra (teclados), Viti Illarraza (batería) y Alejandro Oyero (bajo). Una formación que hacen de este directo algo realmente entrañable. A clásicos como los mencionados anteriormente o como “Rockcinante”, “La Paz Es Verde” o “El Viejo” se unen temas especiales como la apertura “Utopía Suitre”, “Gente Como Tú”, tema de la época en solitario de Castejón, o “Vidas Paralelas”. Un total de 20 temazos, al los que se suma un solo de teclado de Jorge Benegas, que nos traen de nuevo a la palestra a una de nuestras bandas más clásicas. Supongo que a gente un poco más joven Asfalto le resultará un grupo pesado o anticuado pero para rockeros, y amantes de la música en general, de este país que ya tenemos unos añitos es uno de nuestros pilares tanto musicales como personales.

Espero que disfrutéis con estos dos discos, que digáis lo que os parecen con algún que otro comentario y que este mes de octubre sea el principio de un buen otoño.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Fiesta Rock/Bear VI







El próximo 31 de Octubre, domingo, celebraremos la edición Nº VI de Rock/Bear. Como en ediciones anteriores, el lugar elegido es Bear´s Bar de Madrid situado en C/ Pelayo Nº 4. Estáis invitados tod@s los amantes del buen rock en cualquiera de sus vertientes, Punk, AOR, Heavy, Blues, etc. La entrada es gratuita con un 2X1 hasta la medianoche en todas las consumiciones. También os comunico que el viernes 22 de Octubre estaremos en el programa de radio “Rockcinante” dirigido y presentado por nuestro gran amigo Oscar, cantante de Lujuria. Lo podréis escuchar a partir de las 5 de la tarde de dicho día en la radio MariskalRock.com. Rock/Bear es una fiesta abierta a todo tipo de personas independientemente de su género, raza o procedencia, el único requisito es que te mole el rock. Ven el próximo día 31, tendrás una fiesta asegurada con buena música, sorteo de camisetas y de un tatuaje. Os esperamos.

martes, 12 de octubre de 2010

La Realidad Europea



Lo ocurrido el pasado domingo, 10 de octubre, en Belgrado no es ni algo puntual ni nada excepcional en mucho de los países del exbloque soviético durante la celebración del día del orgullo gay. En Croacia, Ucrania o, incluso, en la capital rusa, Moscú, ya se han producido incidentes de este tipo. No voy a entrar ni en cifras de agresores ni de policías ni de asistentes a la marcha del orgullo gay, para eso ya están las cadenas de televisión y la prensa escrita, pero sí en el hecho de que se produzcan altercados como este. Europa camina pavoneándose de ser una clara defensora de los derechos humanos mientras algunos de sus miembros más destacables empiezan a ser gobernados por partidos de ultraderecha. Los que no están dirigidos por ese tipo de formaciones actúan, a veces, con una intención muy cercana a esos partidos, caso de Francia o Italia. Algunos de los países que pretenden acceder el exquisito club europeo, como Serbia, nos muestran una vez más que esos derechos de cualquier ser humano no dejan de ser algo menos que papel mojado a la hora de expresarlos de manera libre, sin tener que ir protegidos por un cordón policial por miedo a que una pandilla de retrógrados puedan partirte la cabeza.

Es muy lamentable que aún haya gente que piense que dos personas del mismo sexo no puedan amarse, tener sexo libremente o tan sólo expresarse como cualquier ser humano. Al igual que ocurre con otras muchas luchas nunca dejará de haber cafres, como los reunidos en Belgrado, que no vean más allá de sus narices con respecto a este tema. Pero los gobiernos de esta Europa “liberal” deben ser los encargados de frenar a todos esos colectivos que campan a sus anchas exhibiendo actitudes en contra de cualquiera que no piense o sienta como ellos o, simplemente, tenga un color de piel distinto al suyo. No sólo esos gobiernos tendrían que hacer algo al respecto, la iglesia, y las religiones en general, deberían condenar enérgicamente todo tipo de actos como los acontecidos en la capital serbia. Me parece indignante la imagen de grupos de ortodoxos, en este caso, bendiciendo a los ultras o pidiendo la salvación eterna para gays y lesbianas. Si realmente nos quieren salvar de algo que lo hagan en esta tierra y en esta vida. Que libren, de una vez por todas, a la humanidad de las distintas pandemias, tanto físicas como ideológicas, que sufrimos.

Jamás he entendido cómo alguien puede hacer daño a otra persona por el simple hecho de ser homosexual, de ser mujer o ser de una raza distinta a la imperante en la sociedad de turno del país de turno. En todos los colectivos existen personas malas y buenas pero eso no hace que ese colectivo sea una cosa u otra por ese tipo de individuos. Cuando un grupo está basado en el odio y la agresión hacia el otro ese grupo es realmente al que habría que hacer desaparecer como a un virus altamente contagioso. Ese es el efecto de este tipo de manifestaciones, un efecto contagioso que se extiende cada vez más por la Europa de los pueblos. Un efecto votado en las democracias europeas para que lleguen al poder de sus gobiernos. Un efecto que se extiende con rapidez entre aquellos que aspiran a ser “europeos”.

Desde mi blog quiero expresar mi total rechazo a este tipo de forúnculos que nos hacen sangrar, a veces literalmente, a aquellos que buscamos una sociedad más justa para todos. También quiero apoyar con todas mis fuerzas a todos aquellos y aquellas que en estos países dan la cara y se atreven a ir allanado un camino pedregoso como es el de la libertad. Hacía nueve años que Belgrado no veía por sus calles a homosexuales defendiendo sus derechos como ciudadanos y como personas. En esta jornada se han vuelto a encontrar con los mismos que en 2001 pero serán por siempre unos personas más libres. Todos sabemos que esos derechos humanos tan defendidos por la vieja Europa se ganan con el sufrimiento y la muerte de millones de personas en el mundo. Supongo que ninguna de esas personas ha buscado ser mártires de nada pero la triste realidad es que engrosan una interminable lista de víctimas por el simple hecho de ser lo que son: seres humanos. ¿Podríamos decir lo mismo de los que lanzaban piedras en contra de los que formaban la marcha del orgullo gay, quemaron la sede del Parido Demócratico Serbio y atacaron el edificio del Partido socialista de Serbia? Difícil respuesta.

jueves, 7 de octubre de 2010

¡¿Trabajando Para U2?!









Aunque suene un poco a tópico no sé realmente cómo empezar la crónica de todo lo que nos aconteció el finde pasado en el país vecino. La idea primigenia era ir a ver a U2 con unos amigos a Coimbra. Ellos se alojarían en casa de una colega suya que vive allí, mientras que mi novio y yo hicimos una reserva en una pensión de la ciudad. A parte de eso, aprovecharíamos el viaje para conocer Aveiro el día antes del concierto, donde también teníamos una reserva en un hotel. Hasta aquí parece que todo estaba bien pero como veinte días antes del concierto nos llegó la mala noticia de que nos habíamos quedado sin entrada. No voy a contaros ni la razón ni las consecuencias de este hecho porque bastante preocupado me ha tenido, y aún me sigue teniendo, hasta el mismo día de ponernos en marcha hacia Portugal. Así que de ser, en un principio, un viaje feliz entre amigos que se van de concierto esto se convirtió en un lío y disgusto de los mayores que he sufrido en los últimos meses. La realidad es que nosotros nos fuimos solos, los dos, a Aveiro y Coimbra sin entradas para el concierto, con crisis de amistad por ello pero con la firme intención de ver a la banda irlandesa.

Llegamos a Aveiro sobre la una del mediodía, soltamos las cosas en nuestro hotel, por cierto un sitio muy recomendable, y fuimos a ver los distintos lugares de la ciudad. Lo primero que visitamos fue la, según los lugareños, catedral. Qué queréis que os diga, nos resultó insípida y excesivamente pequeña como para llamarla así. Después de este fiasco volvimos al hotel para comer en el mismo pues nos pareció que era el sitio más económico, menú a 9€. Acertamos de lleno. Con algunas dudas cuando llegó el primer plato pasamos a comer realmente bien. El bacalao en Portugal sigue siendo una delicia. Nuestra intención era, ya que la llaman “La Venecia Portuguesa", montar en alguno de sus famosos moliceiros para dar un paseo por sus canales. Nunca sabré si ese viernes estaban todos de descanso porque no había ni uno solo en funcionamiento. Segundo fiasco. Sin venirnos abajo fuimos a tomar un café y dar un paseo por otro lado de la ciudad. De esta manera descubrimos las fachadas tan vistosas de azulejos de algunas de sus casas. A mí personalmente fue lo que más me gustó de Aveiro. Decidimos ir a cenar a Costa Nova. Este lugar es bastante particular por sus casas decoradas todas a rayas de distintos colores. La cena no me gustó nada, tercer fiasco. Regresamos a nuestro punto de referencia, tomamos unas cervezas en una terraza de la ciudad y nos fuimos a dormir ya que al día siguiente nos esperaba una jornada llena de incertidumbres. En conclusión, diría que me parece excesiva la comparación de la ciudad portuguesa con la italiana, y que conste que no conozco Venecia, pero no creo que tengan mucho que ver. Por lo que he leído, estos moliceiros son simplemente barcas que antiguamente recogían algas, llamadas molico, que se han reciclado con esta actividad, dando, con su colorido, ese sobrenombre a la ciudad. Lo mejor de todo el hotel, sin duda alguna.

Nada más llegar a Coimbra nos fuimos directamente a la puerta del concierto con la intención de ver cómo estaba el ambiente por los alrededores. A pesar de ser alrededor de las doce y media ya había peña haciendo cola, con refrigerios incluso, a la espera del comienzo del evento que estaba programado para, nada menos, que ocho horas más tarde. Vimos que no era el momento de encontrar entradas y nos fuimos en busca de la pensión donde teníamos reservada una habitación. Si lo del hotel en Aveiro fue lo mejor, lo de la pensión en Coimbra está entre lo peorcito que nos pudo ocurrir. Lo de llamarse “Moderna” sería porque en su tiempo lo fue porque ahora ni por asomo llega a serlo. Nos metieron en una habitación con una cama de matrimonio y dos individuales. El dueño pensaba que íbamos a dormir cada uno en camas distintas sintiéndose muy complacido de que pudiéramos usar la tercera como armario. Su cara cambió de repente cuando le pedí una tercera almohada y darse cuenta de que las otras dos estaban en la misma cama. Creo que aún queda un largo camino para que el personal se entere que cuando dos hombres, o dos mujeres, piden una habitación con cama de matrimonio es por algo. Quizá lo mejor de la pensión era su ubicación, en el centro de la ciudad, con parking al lado y de fácil llegada en bus. Salimos para tomar contacto con el ambiente de la ciudad. Nos encontramos con una maraña de gente con camisetas de U2, muchos españoles, algunos viejos conocidos del hotel de Aveiro. Durante la comida se me ocurrió el llevar unos carteles, hechos con rotulador en un folio, para hacer ver que buscábamos entradas de reventa. Después de la siesta mi novio se puso a diseñar los mismos, fueron nuestra salvación. Pillamos el bus que nos llevó al concierto justo al lado de la pensión y al bajarnos del mismo nos dieron una especie de periódico sobre la banda irlandesa que me sirvió para ocultar el cartel cuando la policía hacía su aparición. Con el tema del cartel las ofertas nos llovían por doquier. Lo malo es que te revendían las entradas de una en una y, a pesar de la insistencia de algún que otro vendedor, nosotros, evidentemente, buscábamos dos y para el mismo lugar del estadio. Después de rechazar una no pequeña cantidad de ofertas aparecieron unos personajes con los que en mi vida podía haber contado. Se trataba de tres señores, en este caso les voy a llamar a sí por habernos dado la oportunidad de ver el concierto, con un negocio bastante distinto al de la reventa de entradas. Lo que realmente tenían para negociar eran pulseras de color violeta con las que los trabajadores, y trabajadoras, del concierto accedían al mismo sin problema. Negociamos un precio mucho más asequible que las entradas de reventa por lo que aceptamos, no sin alguna que otra reserva. A mí lo que me dio algo de seguridad fue el hecho de que con nosotros había cuatro portugueses, dos chicos y dos chicas, dispuestos también a entrar de esta manera. El problema pudo surgir cuando apareció un séptimo candidato que resultó ser u policía secreta luso. Lo increíble es que estos señores ni se inmutaron con su presencia. El policía se llevó al más grande en dimensiones de los tres que con toda tranquilidad aseguró que volvería en un momento. De los dos restantes uno nos puso las pulseras a nosotros seis. Pasamos todos los controles imaginables, tanto de policía como de seguridad, entramos por el graderío, nos bajó hasta estar al lado de la mesa de mezclas y allí le pagamos. Os puedo asegurar que hubo un momento, como unos cinco minutos, que ni mi novio ni yo sabíamos si lo que habíamos vivido en la última media hora había sido un sueño o no.

Pero sí que era real, totalmente real. De hecho al poco rato de estar dentro empezaron los teloneros, Interpol. Me pareció un grupo bueno para lo que hacen, vamos que no me desagradó. No los conocí de nada, ni el nombre siquiera, y me gustaron. En algún momento me llegaron a recordar a Joy Division, cosa que es de agradecer. Al finalizar la banda telonera apareció un enorme reloj verde en las pantallas del escenario. Todos pensábamos que aquello empezaría pronto pero no fue hasta las diez exactas cuando la banda irlandesa se puso en camino hacia el enorme y espectacular escenario. Comenzaron, después de una pequeña intro, con “A Beautiful Day”, qué mejor canción para nosotros para empezar que esa. En realidad, el día había pasado de ser un día de incertidumbre a ser un bonito día. Os diré que fue un conciertazo como la copa de un pino. Espectacular en cuanto a luces, imagen y sonido. Es de esas cosas que no las puedes explicar con palabras solamente. Lo peor quizá es que lo de los 360 grados se quedó en 180 por las dimensiones del recinto. Pero aún así me pareció algo muy grandilocuente. El set list fue de lo más apropiado. Mezclaron grandes éxitos con canciones no tan antiguas. Metieron algunas cuñas con versiones de The Beatles o Frankie Goes To Hollywood, por ejemplo. Hubo momentos realmente emocionantes como la interpretación de “Sunday Bloody Sunday” o “Elevation”. Hicieron referencia a la igualdad de los seres humanos con un discurso de Desmond Tutu, alabaron la biblioteca de Coimbra y pidieron la libertad de la activista birmana Aung San Suu Kyi en arresto domiciliario durante los últimos años. Todo muy en la onda humanitaria del grupo, aunque me pareció que el tipo de público que se encontraba en el aforo no estaba muy interesado en todos esta temas, percepción mía quizás. El concierto terminó, después de casi veintidós temas, con un “Whith O Whithout You” cantado casi íntegramente por el público seguido de “Moment Of Surrender”, canción que compusieron junto a Greenday con respecto alo acontecido en Nueva Jersey con el huracán Katrina. Salimos del concierto, nos comimos un bocata, pillamos el bus de vuelta a la pensión y llegamos a la misma con una sonrisa de oreja a oreja por todo lo vivido esa noche.

El domingo nos dedicamos a hacer turismo por la ciudad. Cayó una buena tromba de agua por la mañana que pensamos podría amenazar el concierto de ese día, en Coimbra U2 tocó dos días seguidos. Visitamos la universidad, de la destacaría su biblioteca, paseamos bajo la lluvia por el casco viejo, compramos algún recuerdo y nos fuimos a comer. Propuse a mi novio volver a intentar entrar en el concierto con la pulsera pero a él no le pareció buena idea así que nos largamos por la tarde, después de haber soportado durante la siesta una sesión de casi dos horas de música pedorra que entraba por la ventana de nuestra habitación procedente del bar de al lado, a conocer otro lugares de la ciudad. Estuvimos por la parte de la Plaza de la República. Tomando unas cervezas en uno de los locales de la plaza pudimos comprobar, tras escuchar la conversación de tres individuos que teníamos justo en la mesa de al lado, que la mayoría de las entradas de la reventa eran falsas, cosa que nos hizo alegrarnos aún más por nuestra manera tan singular de haber conseguido entrar.

En general puedo decir que ha sido toda una aventura. Que Aveiro es más de lo que dicen y que Coimbra tampoco es nada del otro mundo pero ha merecido la pena totalmente conocer estos dos enclaves de Portugal y que los recordaré durante toda mi vida sobre todo por haber visto a U2 en Coimbra y haber ”trabajado” para la banda.

martes, 5 de octubre de 2010

Texto Mandrílico Octubre

Este mes voy a empezar una nueva manera de ofreceros los textos mandrílicos, por entregas. Espero que no se os haga muy pesada la espera porque una de mis intenciones es crear un poco de intriga. Besos a tod@s.





LA CABAÑA DEL ACANTILADO

“Como un trozo de tela vieja que tiras y arrastrado por el viento queda prendido en la rama más alta de un árbol, como algo de lo que te quisiste deshacer y al pasar de nuevo por ese lugar te recuerda que aún sigue vivo. Tú deseas que se acabe deshilachando de una vez por todas, no puedes soportar verlo más cada día en tu camino. Para ti es todo lo oscuro y bestia a la vez, aquello que religiosamente es pecaminoso pero irresistiblemente tentador. En esa tela quedan las manchas y pruebas de todo lo que los demás llaman maligno y que no es si no todas las represiones y dobles caras de los demás mirándote directamente a los ojos.”

La expulsaron de la colonia y no le quedó otro remedio que irse a vivir a la casucha vieja del acantilado que todos creían embrujada. Pensó que si ya la tomaban por bruja y mujer de bajas artes tampoco debería estar tan mal entre los malditos. Casi nadie se acercaba por aquel lugar, sobre todo por tener que atravesar el bosque repleto de alimañas y por miedo a los espíritus que, seguramente, habitaban los alrededores de la casa. Así fue como llegó a la casa vieja del acantilado. Se dedicó a reconstruir aquellas cuatro paredes como mejor pudo. No fue tarea fácil, pero le sirvió de inestimable ayuda encontrar un viejo baúl de marinero lleno de ropajes y herramientas, también había una funda con un viejo violín en su interior. La ropa de hombre era mucho más cómoda para trabajar arrastrando troncos o cavando zanjas. Solo tenía que estar pendiente de que no fuera sorprendida por nadie, el llevar pantalones seguro que no se lo perdonarían en el pueblo.

Una tarde paseando por el bosque se topó con una zorra muerta atrapada en un cepo rodeada de tres cachorros. Dos de ellos ya estaban sin vida pero el tercero aún respiraba. Con sumo cuidado lo arropó con la camisa. Borró todas sus huellas para que el cazador pensara que no le habían robado su pieza y con todas las fuerzas que sus piernas le permitieron corrió hasta la cabaña. Estuvo pendiente de él durante cinco días y cinco noches sin salir nada más que a por leña para calentar el medio hogar que tenía y buscar algo de agua. Cuando por fin vio que el pequeño estaba fuera de peligro empezó a saltar y cantar como hacía años. Lo cogió en brazos, lo elevó al cielo y comenzó a bailar abrazada a él como si fuera el más guapo de sus pretendientes. Al principio estuvo tentada de bautizarle con Foxi pero ya era bastante con que pensasen eso de ella, entonces se decidió por Moxi, con eme de Marta, su nombre. Siempre lo tenía cerca mientras seguía con la reconstrucción de la casa embrujada. Y mientras uno crecía la otra hacía lo propio.

Para cuando llegó el invierno había conseguido al menos tapar la mayoría de las goteras del techo y los agujeros de las paredes. Tenía suficiente leña para la vieja chimenea, víveres tampoco le faltaban y compañía menos aún. Los meses de frío no le resultaron tan duros como esperaba. Tan pronto como vinieron se fueron y un buen día salieron a pasear por el bosque en busca de comida rodeados de sol y vida. Se había acostumbrado tanto a los pantalones del marinero que ya ni se acordaba del mal que le podían acarrear si la sorprendían. Moxi se había convertido en sus ojos y oídos y a la menor señal de peligro corría a la casa a cambiarse. Una tarde, con la primavera ya avanzada, se quedó mirando la casa y sin darse cuenta vio que todo lo que podía hacer por ella estaba acabado. De pronto volvió a saltar y bailar con el gran zorro chillando y brincando a su alrededor. Le levantó las patas delanteras y con una reverencia solicitó que le concediera aquel baile. El ladrido agudo del raposo sonó como la mayor de las afirmaciones. Una vez pasada la euforia la fresca brisa le devolvió a la realidad, dándose cuenta de que solo faltaba pintar su hogar. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, fue tan intenso que hasta el zorro dio un pequeño respingo a su lado. Para aquel menester tendría que bajar al pueblo, era la única posibilidad de conseguir pintura para aguantar mejor el próximo invierno. Pero aquello suponía muchas cosas, entre otras tener que ir vestida con aquel delator vestido rojo hasta los tobillos y con el gorro horroroso a juego. Tenia que vestir de ese color para ser vista a distancia en la espesura del bosque mientras se acercaba a la colonia. Eso le dijeron, pero de todos era sabido que aquel color para ellos era el del demonio y que ella, por tanto, era considerada como mujer de él.

Después de pensarlo casi una semana se convenció de que no había otra posibilidad más que enfundarse aquel atuendo y bajar a por la pintura. Pero cómo la pagaría y quién se la vendería, todos tenían prohibido hablar con ella, es más, si era posible no deberían ni mirarla. Además había una complicación añadida, qué haría con Moxi. Nunca lo había atado ni encerrado. El siempre iba y venía a su antojo. Su mente era como un pesado yunke al que golpeaban sin parar un problema tras otro. Decidió que lo mejor sería esperar unas semanas. Durante este periodo fue dejando cada vez por más tiempo solo al animal en casa mientras ella salía a recoger los víveres y alimentos que el bosque y el mar le ofrecían. Al principio fue muy duro para ambos, sobre cuando los aullidos del raposo estallaban en su cabeza cada vez que salía de la casa. Como recompensa siempre le daba un buen trozo de carne o pescado al volver. Así poco a poco, fue tardando cada vez más en regresar hasta que una mañana sacó del viejo baúl del marinero el odiado traje con su repelente gorro. Se vistió lentamente mientras los ojos del zorro la observaban, se abrochó las botas viejas que le habían dado y se ató el gorro al cuello mientras una lágrima le recorría la mejilla. Salió de la casa avanzando pausadamente por el peso de la mochila cargada de pieles mientras Moxi parecía aullar más que nunca.

Se adentró poco a poco en el bosque mientras los ladridos del zorro se perdían a su espalda. Llegó hasta la vieja vereda que desemboca en la entrada norte del pueblo y sin más comenzó a caminar erguida como un viejo ciprés. Al irse acercando la gente dejaban lo que tuvieran entre manos quedándose boquiabiertos por su osadía. Todos la creían huída o lo que es peor muerta después del invierno. Pero no, allí estaba como la hija del diablo que para muchos era. Al entrar en la aldea todo enmudeció, todo pareció quedarse inmóvil por momentos, todo excepto los críos y los perros que seguían unos jugando y los otros ladrándola. Pronto las madres llamaron a voces a sus retoños que corrieron como pollos a meterse debajo de las alas de sus respectivas gallinas. Al final de la calle principal la esperaba el reverendo y el alcalde por ser ellos los únicos autorizados para hablarla. Cuando llegó a su altura se frenó y los miró directamente a los ojos. Esto incomodó a ambos, pero, sin esperar, el religioso le preguntó por sus intenciones y le recriminó su osadía. Ella le respondió sin temor, ya no sentía miedo de ellos, tal vez asco pero no miedo. El alcalde se quedó totalmente sorprendido cuando les explicó la razón de su visita. El era el dueño de la tienda del pueblo y, por supuesto, no le iba a vender nada y menos para la casa embrujada. Con un seco y alto ¡márchate! el reverendo la echó sin más contemplaciones. Ella se dio media vuelta cargando con su mochila y se dirigió lentamente a las afueras de aquel lugar. Cuando estaba lo suficientemente lejos se sentó en un viejo tronco caído, se desató el sombrero y comenzó a llorar. Estuvo tanto tiempo llorando que se olvidó de lo tarde que era y de que Moxi aún estaba encerrado en la vieja cabaña.

Al reemprender el camino de vuelta vio una fogata a corta distancia del bosque. Decidió acercarse pues de poco le servían todas aquellas pieles y tal vez alguien estaría interesado en cambiarlas por algo de comida o mejor aún, alcohol. Necesitaba un trago urgentemente. Llegando a la altura de la hoguera de debajo de un viejo carromato un impresionante perro se puso a menos de dos metros de ella gruñéndola y enseñándole los dientes. La advertencia era clara, si seguía avanzando acabaría probando aquella fabulosa mandíbula. De pronto un hombre de mediana edad salió de detrás del perro apuntándola con una escopeta. Le pregunto agresivamente qué quería varias veces hasta que comprendió que la mujer era incapaz de hablar con el can en ese estado. Ordenó al animal que se fuera donde estaba y con un tono un poco más suave pero sin dejar de apuntar volvió a repetir la pregunta. Ella le dijo que solo pretendía vender unas cuantas pieles o mejor cambiarlas por whisky y comida. El hombre empezó a entender la situación. La invitó a acercarse a la hoguera para calentarse y negociar. Al verla a la luz del fuego se sorprendió de su atuendo, pero rápidamente entendió de qué clase de mujer se trataba. De dentro del carromato salió una mujer joven vigilada por las cabezas de tres niños, mientras se oía llorar a otro sin parar. Ella les contó quien era y porqué estaba allí. Ellos resultaron ser una familia de jornaleros que iban de paso al norte en busca de trabajo en el tabaco. El llanto del bebé no cesaba mientras la madre iba y venía a la carroza. Le dijeron que tenían algo de pintura pero que no sabían si iba a ser suficiente para lo que tenia pensado pintar. Ella aceptó el trato. Mejor era menos que nada, ya la administraría como pudiera. Al acercarse al carromato y destapar la lona se dio cuenta de que el que chillaba no era un bebé sino dos. No paraban de gritar mientras sus tres escuálidos hermanos les limpiaban la cara. La madre dijo que estaban enfermos, que tenían unas fiebres muy altas y que no sabía si sobrevivirían a los próximos días. Entonces la finalidad del trato cambió de repente de la cabeza de Marta. Le preguntó que qué harían con ellos y la respuesta de la madre fue que los enterrarían una vez muertos, además no podrían mantenerlos por mucho tiempo si no conseguían trabajo pronto. Ya tenían suficiente con tres bocas y ahora se habían encontrado con dos más de repente. Ella se giró, miró directamente al padre y le dijo si vacilar que ya no quería la pintura ni el alcohol. Le cambiaría toda su mochila de pieles por los dos gemelos moribundos. El padre se quedo estupefacto pero viendo como su esposa asentía con la cabeza insistentemente a espaldas de la mujer aceptó sin hacer notar que un nudo le hacía pedazos el estómago.

Con los dos gemelos metidos en la mochila y la noche iluminando el bosque corrió sin parar hasta la vieja cabaña del acantilado. Mientras se acercaba los gritos de los niños se mezclaban con los aullidos de Moxi. Quitó la madera que hacía de anclaje por fuera para impedir que el zorro saliera y entró a la carrera en la casa sin siquiera saludarlo. Encendió el fuego tan rápido como pudo y puso agua a calentar. Su peludo amigo la seguía sin parar a todos lados esperando su trozo de carne o pescado. Pero cuando abrió la mochila y sacó lo que había dentro comprendió que aquello no era comida. Ella lavó con sumo cuidado a lo bebés mientras el raposo no paraba de corretear. Una vez secos los tendió encima de la mesa y les dio la misma papilla con que salvó a Moxi cuando lo encontró en el bosque. Cuando hubieron comido se durmieron plácidamente, entonces puso una manta en el suelo cerca de la chimenea y los dejó cuidadosamente sobre ella mientras los arropaba con una pequeñas piles de conejo. Luego se sentó, Moxi se echó a sus pies y ambos pasaron la noche en vela contemplándolos.